08 may. 2025

Aburre hablar de Cartes

Enrique Vargas Peña

Estaba Luis Bareiro leyendo mensajes de WhatsApp para Va con Onda, programa de Radio Monumental en el que ahora participo, cuando expuso uno que decía algo así como que “aburre que Enrique hable de Cartes”, palabras más, palabras menos.

Desde que me expulsaron del Grupo Cartes, en setiembre del 2016, hay algunas personas que insisten con que deje de hablar de Cartes “porque eso aburre”, lo cual me parece totalmente factible en los que adulan a Óscar González Daher, alaban las autoadjudicaciones de Ramón Jiménez Gaona, mendigan restos de los privilegios para el clan Zacarías, minimizan la situación del empleo, de la desigualdad, de la salud, de la educación, en los que, en fin, encuentran pesado que se les haga ver su abyección.

Comparto totalmente la subyacente idea de que la realidad que construyó Cartes en nuestro país merece vergüenza y entiendo que es saludable, a veces, hacer de cuenta que no existe para tratar de pasar un buen momento. La evasión, sin embargo, no la modifica ni la hace desaparecer y, a veces, sirve para agravarla.

Mi mayor deseo es no hablar más de Cartes, pero no por evasión, sino porque haya dejado de hacer todo el daño que está imponiendo a nuestro país. Cuando él esté en la cárcel de Tacumbú, seguramente, dejaré de recordarlo. Mi mayor deseo es poder hablar de cosas más divertidas, o más interesantes que el lenguaje de patrón de la frontera de Cartes, por ejemplo, pero no solo en ejercicios de evasión temporal y divertimento pasajero como hago ahora, sino porque las cosas divertidas o interesantes no estén ya constreñidas a ser temporales y pasajeras.

Paul Johnson, en su deliciosa Historia del Cristianismo, tiene una definición que tal vez sea aplicable para explicar mi enfoque: Habla él de que hay fenómenos totalizantes, totalitarios, la “sociedad total” de san Agustín, en la que alguien busca formar e informar a la sociedad desde la cuna hasta la tumba, desde la manera de comer hasta la manera de amar, desde el modo de vestir hasta la forma de sepultar a los seres queridos; lamentablemente, cuando se usa el Gobierno para adquirir ilegítimamente todos los negocios públicos, cuando se nos quiere reducir a ser un cuartel, como proponen los candidatos de Cartes, donde los generales nos dicen a qué hora debemos acostarnos, a qué hora debemos levantarnos, a quién debemos amar y sobre qué podemos hablar, estamos ante ese fenómeno totalizante.

Eso es Cartes. Y por eso me resulta inevitable hablar de él cuando aparecen temas en los que los largos tentáculos de su grupo en el gobierno, y aprovechando el gobierno, ponen sus ventosas. Alcantarillado, rutas, puertos, billetaje electrónico, aguas, aeropuertos, oro, seguros, hoteles, Policía, medios de comunicación, apuestas, Aduanas, supermercados, jugos, petróleo, gaseosas, contratos en Yacyretá e Itaipú, cigarrillos, publicidad, destrucción de nuestra Constitución, bancos y quién sabe cuántas cosas más que todavía no tomaron estado público.

No siempre me gusta el papel de denso en la película. Pero prefiero con gusto ser el denso de la película antes que el bufón que distrae al país mientras estos sinvergüenzas se lo llevan en carretillas y, peor, ordenándonos qué decir.

Para mi propio solaz, en todo este tiempo encontré que una gran mayoría de la gente prefiere escuchar las cosas como son y no como Cartes quiere que las veamos, lo que se prueba con el simple expediente de ver cómo se han derrumbado en ráting, en índice de lectura, en impacto, todos los medios sometidos a su espeluznante férula, o cómo le ha votado en contra el pueblo colorado el pasado 17 de diciembre de 2017.