Kapuscinski nos recuerda: “Si de verdad se quiere ofrecer al lector las claves para comprender el mundo, no se puede pasar de puntillas sobre las tragedias que asolan a la humanidad, no basta con decir qué mala es la guerra, qué terrible es el hambre o qué pena ser pobre. Hay que explicar los orígenes, los intereses, los motivos que mueven a los diferentes sectores y grupos humanos a adoptar un determinado comportamiento”.
“La mayoría de los habitantes del mundo viven en condiciones muy duras y terribles, y si no las compartimos no tenemos derecho –según mi moral y mi filosofía, al menos– a escribir”.
“Las revistas europeas de moda, en la parte dedicada a ‘¿Qué nos ponemos en la cabeza?’, enseñan diferentes modelos de sombreros, gorras y pañuelos. En África, la respuesta a esa pregunta será diferente: en la cabeza llevamos todas nuestras pertenencias, todo lo que portamos para ir al mercado y lo que traemos de vuelta, todo lo que agarramos cuando huimos del hambre, la guerra o las epidemias”.
Pascual Serrano acaba: “Por otra parte, una de las cuestiones que duele a Kapuscinski es cómo la información se ha convertido en un mero espectáculo que no provoca ninguna reacción en las audiencias por mucho que existan razones para la indignación”.
Fundé con José Miguel Munarriz y otros la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UCA de Asunción en plena dictadura. Sin conocerlo soñamos en vivir entonces lo que escribió Kapuscinski.
Ojalá los que este año entren en la UCA u otras Facultades de Periodismo se apropien de esta rica herencia ya de 50 años.