19 abr. 2024

Wittgenstein y la Biblia de la Filosofía del Lenguaje

Leer el Tractatus, del filósofo Ludwig Wittgenstein (1889-1951), como obra crucial de inicios del siglo XX, sigue siendo una experiencia agotadora pero fascinante hasta el día de hoy.

Wittgenstein influyó en gran medida a los positivistas lógicos del Círculo de Viena, movimiento del que nunca se consideró miembro.

Wittgenstein influyó en gran medida a los positivistas lógicos del Círculo de Viena, movimiento del que nunca se consideró miembro.

María Gloria Báez

Escritora

De lo que no se puede hablar, es mejor callar”. La obra de Ludwig Wittgenstein (1889-1951), “Tractatus logico-philosophicus” (1921), publicado por primera vez hace 100 años, se ha hecho famosa con expresiones como esta.

L. Wittgenstein, estudió ingeniería mecánica en Berlín y en 1908 fue a Manchester, Inglaterra para realizar investigaciones en aeronáutica. Su interés por la ingeniería lo llevó a interesarse por las matemáticas, lo que a su vez lo llevó a pensar en cuestiones filosóficas sobre los fundamentos de las matemáticas.

Visitó al matemático y filósofo Gottlob Frege (1848-1925), quien le recomendó estudiar con el filósofo, matemático, lógico y escritor británico ganador del Premio Nobel de Literatura, Bertrand Russell (1872-1970) en Cambridge. Ahí, Wittgenstein impresionó mucho a Russell y el filósofo George E. Moore (1873-1958) y comenzó a trabajar en lógica. Los intensos estudios de Wittgenstein fueron interrumpidos por el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Se inscribió en el ejército austríaco solicitando constantemente ser ubicado en los lugares más peligrosos, ya que tenía un deseo casi morboso de enfrentarse a la muerte.

Durante este tiempo, mientras se dirigía al frente como parte de un regimiento austriaco de artillería y estando en alguna choza que podría haber sido invadida por tropas enemigas, trabajaba y escribía intensamente en problemas fundamentales de la filosofía de la lógica. Aplicó sus conclusiones a la naturaleza del lenguaje, la realidad y la ética, entre otros temas. El único registro de sus ideas, estaba en su mochila.

Wittgenstein llevaba consigo una bomba intelectual que tuvo un impacto mucho más profundo en el pensamiento occidental que cualquier proyectil que haya podido disparar desde algún obús. Al final de la guerra, había completado un borrador de, (título original en alemán), “Logisch-Philosophische Abhandlung”.

En 1921, a iniciativa de B. Russell, fue publicada por vez primera en la revista “Annalen der Naturphilosophie” de Wilhelm Ostwald. Esta versión no verificada por Wittgenstein, contenía errores graves. En 1922, la editorial Kegan Paul, Trench, Trubner & Co. (Londres), publicó una edición bilingüe corregida (alemán/inglés) la cual es considerada como la versión oficial.

BIBLIA DEL POSITIVISMO LÓGICO

Las reacciones al Tractatus, obra única publicada en vida de Wittgenstein, iban desde la mera incomprensión hasta el entusiasmo ilimitado. Incluso un experto en lógica como Frege admitió en una carta a Russell que no había entendido ni una palabra de todo el libro. No obstante, para Russell, como para muchos otros, la breve obra ejerció una tremenda fascinación, y poco después de su publicación le valió al autor la reputación de “genio filosófico”. También conocida como la “Biblia del positivismo lógico”, si bien el autor nunca fue seguidor de esta escuela, el Tractatus tuvo una gran influencia en los positivistas lógicos del Círculo de Viena. La importancia de esta obra en la historia de la filosofía, puede ser difícilmente sobreestimada: presagiaba el llamado “giro lingüístico”, la comprensión de que solo se puede entender el pensamiento a través del análisis del lenguaje.

Su filosofía, que hace poca referencia a otras tradiciones de pensamiento, representó algo completamente nuevo. A pesar de las objeciones del propio autor, el Tractatus siguió siendo una de las obras más influyentes del siglo XX.

Con menos de cien páginas, el libro dedicado a la memoria del matemático David Pinset (1891-1918), está estructurado en torno a siete aforismos principales, ordenados del menos al más importante y es inicialmente un examen de la filosofía del lenguaje de Frege y Russell: 1) El mundo es todo lo que acaece. 2) Lo que acaece, el hecho, es la existencia de los hechos atomicos. 3) La figura lógica de los hechos es un pensamiento. 4) El pensamiento es la proposición con significado. 5) La proposición es un valor de verdad de la proposición elemental. 6) La forma general de una función de verdad es: Esta es la forma general de la proposición. 7) De lo que no se puede hablar, es mejor callar.

LAS CONDICIONES DEL CONOCIMIENTO

El autor quería mejorar la terminología ideal, que sus predecesores habían desarrollado con el propósito de analizar el lenguaje, y probar las falacias lógicas. Además de estas cuestiones puramente lógicas, también se preocupó por aclarar los límites de nuestro lenguaje y, por tanto, al mismo tiempo, las condiciones del conocimiento.

La lógica subyace a todo conocimiento y al mismo tiempo marca su límite. Según Wittgenstein, solo podemos pensar lo que podemos expresar con palabras; el lenguaje es, por así decirlo, la mazmorra de nuestro pensamiento. Mientras tanto, la neurociencia ha refutado este punto de vista: ciertamente también existe el pensamiento pre-lingüístico. Por ejemplo, las emociones funcionan de acuerdo con los mismos mecanismos celulares que el razonamiento lógico, simplemente en otras regiones del cerebro. Por lo tanto, son una forma diferente de pensar y, sin embargo, a menudo no podemos expresarlos verbalmente. Aunque de un rigor lógico y sobriedad, el tratado tiene una tendencia hacia la filosofía existencial.

Wittgenstein invita al lector a reconocer oraciones sin sentido y falacias lógicas para que pueda ver el mundo correctamente, como un todo limitado, cuyos hechos describimos, pero de cuya existencia, en definitiva, sólo podemos asombrarnos. Como su maestro Russell, Wittgenstein rechaza estrictamente cualquier filosofía metafísica el cual exprese ideas que eluden el lenguaje lógico.

A diferencia de Russell, está convencido de que hay algo más allá de los límites lógicos y los hechos verificables de lo que no podemos hablar de manera significativa debido a las limitaciones de nuestro lenguaje.

Wittgenstein se tomó muy en serio la idea de que, con esta obra, había resuelto los problemas filosóficos de su tiempo, abandonando luego la filosofía y convirtiéndose en maestro de escuela primaria en Baja Austria. Sólo en 1928, cuando escuchó una conferencia del matemático holandés Luitzen Brouwers (1881-1966) en Viena, la cual trataba sobre la relación entre matemáticas, lógica y ciencia, le quedó claro que ciertas concepciones del Tractatus pueden ser cuestionadas.

Wittgenstein redescubrió la iconoclastia de su obra y comenzó a burlarse de sus propias ideas. Se discute hasta qué punto renegó de su obra. No obstante, la misma contiene las semillas de una perspectiva filosófica que condensa todo su pensamiento a lo largo de su vida. Por difícil que sea trabajar con fórmulas matemáticas y explicaciones lógicas, el trabajo es cautivador por su lenguaje claro, directo, a veces áspero y rigor formal.

Con toda razón, esta obra de Wittgenstein es un libro contradictorio: estrictamente anti-metafísico y al mismo tiempo inspirado por la creencia en algo superior, inexpresable; sobrio en estilo, de notable y apasionada intensidad. Leer el Tractatus como obra crucial de inicios del siglo XX, sigue siendo una experiencia agotadora pero fascinante hasta el día de hoy.

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