Así se da diariamente desde hace ya más de una semana en la Plaza Italia, de Santiago de Chile, el epicentro de estas protestas, donde decenas de cuadrillas de voluntarios y campamentos improvisados de la Cruz Roja atienden cada jornada a centenares de heridos por estos proyectiles que se pueden llegar a incrustar en el cuerpo. “Por lo menos 250 personas al día, y el 80% por impacto de balas de goma”, aseguró el presidente de la Cruz Roja Chilena, Patricio Acosta, cuyo organismo arma cada día un humilde campamento con un flujo de pacientes constante que se incrementa a medida que avanza el día.
En esa posta, ubicada en una de las esquinas de la plaza, trataron no menos de 4 casos de personas que se quedaron sin un ojo al ser impactado por estos proyectiles antidisturbios, según señaló Acosta. “¡De puro gusto me dispararon!”, bramaba más atrás uno de los manifestantes al que le colocaban una venda en su pierna todavía ensangrentada.
En la Plaza Italia son 40 voluntarios de la Cruz Roja, pero hay 350 en toda la capital chilena, ya que las protestas se replican en varios puntos de la ciudad, y llegan a ser 4.000 en todo el país para atender a las otras urbes. “El trabajo es duro porque las fuerzas especiales no respetan el emblema de la Cruz Roja. Hemos sido mojados y también hemos recibidos impactos muy cercanos”, denunció Acosta. Bastaron unos pocos minutos para comprobar esas palabras, pues primero varios botes de gas lacrimógeno cayeron a escasos metros de la zona donde los voluntarios de la Cruz Roja ondean banderas con su insignia para hacerse notar ante las fuerzas del orden. EFE