Jesús no fue indiferente a las muestras de educación y de convivencia normales que se dan entre los hombres y que expresan la calidad y la finura interior de las personas.
El papa Francisco, a propósito de la lectura de hoy, dijo: “Dar las gracias es una clara señal de buena educación.
Pero es más que solo eso. La gratitud es un tesoro que sale del fondo del corazón y nos hace más humanos, también de cara a Dios”.
Agradecer es reconocer el bien que estamos recibiendo del otro. Alguien nos cede el paso, o nos ayuda con una carga pesada, y decimos gracias porque apreciamos ese acto bueno hacia nosotros.
Al terminar los estudios en la universidad agradecemos a los profesores que nos han ayudado en la carrera. O bien, el día de la madre agradecemos con un regalo todo lo que nuestra mamá ha hecho por nosotros.
Y con una palabra tan corta, o con un gesto muy sencillo, expresamos que nos dimos cuenta, que apreciamos a la persona que nos hizo el favor, a nuestro profesor o a nuestros papás.
Si la gratitud es algo que vale tanto entre nosotros, con mucha más razón debe valer con Dios. ¡Cuántas cosas buenas nos ha dado el Señor! De él hemos recibido la vida, la salud, la comida, un mundo tan maravilloso en el que vivimos, la fe, una llamada personal en la fe y una misión en la iglesia.
“La gente seguía a Jesús por conveniencia, sin demasiada pureza en el corazón, quizá por el querer ser más buenos. En dos mil años el escenario no ha cambiado mucho. También hoy muchos escuchan a Jesús como esos nueve leprosos del Evangelio que, felices con su sanación, se olvidan que Jesús les había devuelto la salud”.
(Frases extractadas de http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0493.htm y https://es.catholic.net/op/articulos/63501/cat/331/el-hombre-que-se-dio-cuenta.html#modal)