20 abr. 2024

Vaciamiento

Cuando no hay nada y esa hay que venderla no queda otra que hacer mercadeo de ella. Los partidos políticos viven una situación tan crítica que para guardar las apariencias no les queda otra que polarizar un electorado sobre frases viejas, huecas y sin sentido. A la ausencia de dogmas que movilizan compromisos una vez que se llega al poder, que ya no queda margen para la recreación folclórica del poncho, el naco y la polca, y hay que sustituirlo por “Dios, patria y familia”, aunque quienes lo declaman no puedan guardar coherencias con ninguno de los puntos que proclaman.

Eso no importa mucho. El electorado, la masa y el pueblo nunca entendieron lo primero y les da igual seguir a cualquier amenaza conspiraticia externa que ponga en peligro su propia realidad recreada en el mito. El póra sigue siendo inmanente a la política criolla y canta reguetón.

Los delirios deben abarcar todo. Desde la transformación educativa hasta el censo pasando por la pandemia o cualquier hecho social de impacto amplio. La manera como se presenta la distracción parece tan convincente que algunos quieren llegar a presidente o legislador sostenidos en la mentira mitológica que acaba como con el pombero, aportando caña, miel y tabaco. De esto último se hizo carne en uno de los movimientos colorados que alcanzó el poder y el que se muestra convencido de que si funcionó una vez podrá hacerlo cuantas veces crea conveniente. No les importa que el candidato ganador nunca haya votado en su vida y que descubriera el partido escarlata solo un par de años antes de ser proclamado presidente. Por lo mismo ha puesto a un sustituto de Caballero en la Junta de Gobierno colorada que viene de un partido opositor, al igual que su candidato a presidente, que todavía tiene la papeleta de afiliación del Partido Liberal. Nada les parece escandaloso porque la pelea no es contra todo eso sino con la cuestión de género y qué habría que hacer si uno de los hijos les resulta homosexual. Esta campaña política actual versa sobre eso y por eso no motiva más que la carcajada más estentórea o al hallazgo de las incoherencias más evidentes. Resulta tan claro todo que hasta discutirlo ha dejado de valer la pena.

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El vaciamiento es existencial. Nada se mueve con ideas, posturas, proclamas ni compromisos sino con cuestiones que buscan polarizar un electorado que apenas puede llenar el formulario del censo si les llega a la casa. Los radicales afortunadamente parecen estar en retirada en los EEUU, donde de la mano de Bannon, Donald Trump llegó a idiotizar más de la mitad de un país que tiene 80 de las mejores universidades entre las 100 destacadas del mundo. El martes pasado patinó afortunadamente. Nosotros que tenemos 9 de 10 niños de sexto grado que no saben leer, escribir, sumar o restar la cuestión es inmensamente más fácil. No requiere tantas argucias ni complejidades. Es cuestión de sacar a pasear al póra para que todos se encolumnen con miedo o algarabía detrás de sus proclamas.

El vacío y la nada no llevan a ningún compromiso. El que llega no tiene que probar nada si en campaña solo habla de cosas etéreas o baladíes. No hay nada que los ate a un electorado que comprenderá la trampa una vez que visite un hospital, transite por una ruta o se topete contra una escuela. Para cuando eso será muy tarde y otros trashumantes ya habrán creado otro ao ao –de paso inventado por los jesuitas– para echarle miedo y angustia a un electorado incapaz de entender lo que lee. El vacío no admite contrastación. Vive y existe solo para legitimar una política sin sentido ni valor.

Queda llenar de contenido, pero con vinos nuevos en odres iguales. Esto que tenemos es solo vinagre y de lo peor, además de rancio.

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