Por Susana Oviedo<br>soviedo@uhora.com.py<br>Si la historia que se viene trazando en estos tiempos no se distorsiona como otras, alguna vez se apreciará en su real dimensión la lucha que sectores campesinos emprenden en estos momentos. Hasta es probable, ¿por qué no? que las generaciones futuras honren la memoria de los compatriotas que hoy afrontan el vilipendio y hasta sufren heridas físicas en su afán de ser tomados en cuenta y conseguir que les atiendan en sus reclamos. <br>Años de ausencia del Estado permitieron en el campo una criminal deforestación, abonada por una perversa amalgama de pobreza extrema e inescrupulosos capitalistas. Además de la venta y/o arriendo de amplias franjas de tierra para convertirlas en inmensos sojales, cuya fumigación con agroquímicos tiene por regla la excepción de obtener previamente una licencia ambiental.<br>La preocupación y el interés de focalizar la atención ciudadana sobre estos puntos no partieron de los universitarios, ni de movimientos ecologistas. Tampoco de los partidos y movimientos políticos que supuestamente son los ámbitos naturales de canalización de las inquietudes y expresión ciudadanas. <br>Quienes están llamando la atención sobre lo que acontece desde hace algunos años en varios departamentos del país son compatriotas de esas regiones, poseedores o no de parcelas. <br>Varios de ellos, librados a su suerte e invisibilizados por inconmensurables plantaciones. Muchas de estas rociadas con pesticidas, en ocasiones no autorizadas, sin consideración a las poblaciones ni los cursos hídricos cercanos. Unas prácticas que se amparan en la debilidad de las instituciones públicas, que no ejercen el control ni aplican las leyes, lejos de lo que significa un desarrollo sostenible.<br>Hace años que muchos grupos campesinos denuncian esta situación y la incluyen en su agenda de lucha. No quieren un campo envenenado. <br>Hace tiempo que intentan provocar el toque de atención sobre algo tan puntual como los efectos a la salud y al medio ambiente que produce y producirá el uso indiscriminado e irregular de los agroquímicos. <br>Sin embargo, el tema no está entre las prioridades de la agenda pública. Las recientes autoridades y las actuales siguen inmersas -por herencia- en un estado de omisión de responsabilidades en varios terrenos ante la presente generación. En estas condiciones, difícilmente se preocupen por las que vendrán. <br>Los campesinos sí. Por eso sienten la necesidad de movilizarse. De decir al resto de sus compatriotas que hay un hecho grave que se suma a todos los otros históricos problemas de la mala distribución de la tierra, el perverso abandono al que les han condenado y a la consecuente miseria. Algunos perdieron la paciencia y comenzaron a excederse, agrediendo propiedades y bienes, incurriendo en delitos. Pero, ¿es fantasioso lo que dicen acerca de los agroquímicos?<br>Si hay duda, que se investigue el tema y, entretanto, que se apliquen las normas existentes. Si la Secretaría del Ambiente (Seam) y la fiscalía del ámbito no cuentan con recursos, que se les dote de presupuesto, personal y equipo necesarios para que trabajen con solvencia. Será una señal tranquilizadora y esclarecedora: permitirá distinguir la fantasía de la realidad. Identificar a los embusteros y a los auténticos dirigentes campesinos y productores agrícolas respetuosos del medio ambiente y del ser humano. <br>Ya no se meterá a todos en la misma bolsa, como ocurre ahora, ni se satanizará a unos y otros grupos como medida distractoria que solo sirve para perpetuar un problema de larga data: un Estado anémico.<br>