14 may. 2024

Una renuncia que desnuda la grave crisis de la educación

Dos representantes de la sociedad civil en el Consejo del Fondo de Excelencia para la Educación y la Investigación (FEEI), Margarita Robinson de Kelly y Luis Bareiro, han renunciado a sus cargos con una fuerte crítica contra el ministro de Educación, Eduardo Petta, por las “precariedades y actitud personalista” del titular de la cartera y por “no advertir ninguna señal clara de cuál es la política pública de la educación, si es que hay alguna”. La medida desnuda aún más la grave crisis del sistema educativo, a cuyo frente se mantiene a una persona que ha demostrado mucha ineptitud en un área considerada sumamente clave para el desarrollo del país. Cuesta entender por qué el presidente Abdo Benítez lo sigue manteniendo ante un rechazo cada vez más creciente de distintos sectores de la comunidad educativa.

Una nota bastante crítica y demoledora contra el ministro de Educación, Eduardo Petta San Martín, es la que redactaron dos de los representantes de la sociedad civil en el Consejo del Fondo de Excelencia para la Educación y la Investigación (FEEI), Margarita Robinson de Kelly y Luis Bareiro, al decidir renunciar a sus cargos por las precariedades y la falta de gestión en el organismo.

En la nota, ambos integrantes ponen en evidencia las “precariedades y actitudes personalistas” del ministro Petta. “La situación empeoró con la nueva administración de la cartera de Educación, un equipo en cuya acción solo vemos la prosecución lenta y cansina de proyectos elaborados por gestiones anteriores. Cada vez que debatimos esta coyuntura, la charla se pierde en interminables monólogos del principal responsable de la institución sin ninguna señal clara sobre cuál es la política pública de educación, si es que hay alguna”, agregan los renunciantes.

El FEEI es una instancia pública con participación de la sociedad civil, creada “para destinar recursos a programas y proyectos con el objetivo de elevar la calidad de la educación, en la búsqueda de la excelencia educativa y la promoción de la investigación y el desarrollo”. Nació en 2012, junto con el Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide), para aportar nuevos recursos para dinamizar y mejorar la educación.

Sin embargo, según los renunciantes, “los resultados son poco menos que mediocres”. Sostienen que “hubo que soportar no pocas frustraciones y a veces hasta enfrentar tribulaciones con la propia causa”. Con mucha crudeza plantean: “En estas condiciones, y los oídos sordos del titular del MEC, no se dispone ni de las mínimas condiciones para un trabajo coordinado y cooperativo. Reinan las actitudes personalistas y es el límite de toda cooperación”.

Lo más preocupante es la advertencia de que “si el propio Gobierno no pega un golpe de timón, si no convoca de manera urgente al mejor capital humano que tiene el país en materia de educadores, pedagogos, técnicos y científicos, lo que nació como un ambicioso y esperanzador proyecto para transformar la educación se convertirá en el mayor fracaso de la era democrática”.

La medida desnuda aún más la grave crisis del sistema educativo. La gestión del ministro Petta, que venía arrastrando diversas críticas por sus desaciertos y su estilo autoritario en el primer año al frente de la cartera, generó aún mayor rechazo por parte de sectores de la sociedad y en especial de la comunidad educativa, en medio de la pandemia.

En mayo último, tras responder a una interpelación en el Congreso Nacional, mereció un voto de censura por parte de la Cámara de Senadores. A pesar de no ser vinculante, la medida fue considerada como una reprobación política. Semanas después, Diputados rechazó la decisión del Senado y otorgó su voto de confianza a Petta.

Cuesta entender por qué el presidente Abdo Benítez lo sigue manteniendo ante un rechazo cada vez más creciente de distintos sectores de la comunidad educativa. Es necesario escuchar las voces antes de que un tema tan sensible para el país sufra un colapso aún mayor.

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