Tamara Celano
Emprendedores desafiaron al máximo su ingenio ofreciendo nuevas salidas laborales. Edición tras edición se dieron a conocer estas invitaciones a seguir en la lucha por los sueños, por las metas de vida. Desde el cambio de las formas de comprar, un gran aliado de las pequeñas empresas y los emprendimientos realizados desde las casas fueron las redes sociales y las plataformas de e-comerce. Espacios que conectaron a clientes y prestadores de servicios más allá de las limitaciones de las medidas por Covid-19 y que en muchos casos se hicieron imprescindibles.
SERVICIOS REVALORIZADOS Ir de compras, ordenar los espacios de la casa, hacer llegar un detalle especial a un ser querido, preparar la cena como una experiencia para compartir paso a paso, fueron algunos de los servicios que se tercerizaron y ganaron popularidad como una alternativa para trabajadores independientes o los que fueron parte del sector parado por las medidas sanitarias. También se revalorizó el trabajo artesanal con una mirada de productos creados además de forma más sustentable. Así, ser asistente de compras se volvió un trabajo de pandemia, cuando la limitación de circulación por edad o riesgo no permitió llegar a los comercios, esta modalidad tomó fuerza de la mano de jóvenes que vieron una oportunidad de sustento. Una de ellas fue Yo te compro, emprendimiento de la estudiante de Agronomía Mara Cubilla, quien organizaba ferias de garaje, y vio la necesidad de un medio para realizar compras seguras de productos de las tiendas. Por otro lado, las opciones de cocinar en casa con cajas con ingredientes para el paso a paso o platos ya terminados, también se consolidaron como una opción. Otra salida fue la creación de obsequios personalizados, dispuestos en cajas de regalos, que se volvieron a su vez la nueva forma de hacer llegar el cariño en la distancia. En ese camino encontramos a Boxpy y Baby Boom Box. Y si, el estar en casa, hizo dirigir la mirada a ese espacio antes destinado solo al descanso, con ello nació la iniciativa Yo, te ordeno, de Alejandra Ardissone, para con el orden, devolver el calor de hogar. Y, por supuesto, los artículos decorativos y prendas realizadas en pequeña escala con marcas de remeras, vestidos y tapetes, portaplanteras y otros artículos a base de macramé. DE ALTA COSTURA A INSUMOS Cuando las medidas llenaban las calles de incertidumbre, los talleres de alta costura nacionales centraron sus actividades en la confección de tapabocas, una tendencia que fue replicada luego por marcas y pequeños emprendedores. Así uno de los primeros fue el taller de la diseñadora Ismenia Rodríguez, quien volcó su característico sello de estampados únicos en los barbijos. También se sumaron Morena Toro, quien incluyó el ñandutí; Hugo Negro Vázquez, con Caburé, y otros talleres independientes, que inundaron el mercado con variadas opciones de esta prenda, que por ese entonces no se dimensionaba que sería un compañero de todo el año.
Ante las limitaciones laborales, emprendedores se reinventaron desafiando sus propios límites con nuevas formas de generar ingresos.
Un sector con larga espera
Entre algunos de los emprendimientos, los del sector gastronómico recorrieron un lento camino a la vuelta de la regularización de sus actividades ofreciendo sus servicios de “pase a llevar” o delivery, hasta poder volver a abrir sus locales a finales de las fases de la cuarentena inteligente con la que aún debaten horarios de cierre.
Además en mayo, las peluquerías por primera vez volvieron a activar sus salones tras atender incluso de forma domiciliaria, hasta que contaron con el protocolo que les permita operar hasta estos días, con cuadrillas, distanciamiento entre clientes y agendamiento de citas.