Hablar de ella en Brasil es necesario, pero hablemos de ella en el Paraguay.
En este Paraguay subastado, confundido, usado y abusado, hay que dar un grito de esperanza que nos conmueva a todos.
Grito porque la esperanza es una de los mayores sentimientos que tenemos los humanos.
Grito con contenido. Primero de rechazo a toda la basura con que nos están sepultando.
Grito que se identifica con nosotros cuajando en un compromiso.
Grito contagiante, que partiendo de las palabras, y sobre todo de la vida de una persona, se multiplica y extiende. La esperanza es como una estrella que brilla en la noche y que entre muchos la haremos crecer hasta convertirse en un sol radiante.
Pero, la esperanza no viene de arriba, de los que tienen el poder y que por conservarlo son maestros en la mentira. Viene de abajo.
Del ejemplo de los campesinos que por un trozo de tierra para poder vivir él y su familia, lo busca años enteros. Y cuando lo encuentra lo cuida como un tesoro. Pero si se lo quitan de nuevo lo buscará y luchará por ella.
Un ejemplo es el de los campesinos de Guahory, tres veces desalojados y quemadas sus viviendas y que de nuevo están allí cultivando la tierra, bajo la amenaza del cuarto desalojo.
Del ejemplo de los que toman la calle pacíficamente una y otra vez, porque no tienen otra manera de exigir sus derechos. Y cada vez que lo hacen acaban con balines de goma incrustados en su cuerpo, pero vuelven al día siguiente. Ellos aman la paz y la justicia, pero con esperanza desafían la violencia del gobierno de turno.
Algo muy importante: La noche nos amenaza con prolongarse cinco años más y con ellos otros treinta.
Pero cada vez hay más paraguayos y paraguayas con un compromiso pacífico de esperanza. Y no lo duden más, porque venceremos.