Este evento tuvo tantos obstáculos desde un primer momento. Desde que ganó para ser sede tuvo días tumultuosos; primero, el Gobierno aceptó, luego salió a decir que no lo harían; fue el papelón más grande. El Comité Olímpico tuvo que suplicar nuevamente al Comité Ejecutivo de la Organización Deportiva Suramericana para que le den tiempo para solucionar las internas que conspiraban contra esta organización, pero finalmente se dio.
Luego no se tenía el dinero: Atletas y dirigentes tuvieron que salir a manifestarse para garantizar los recursos (78 millones de dólares) para que se puedan construir instalaciones nunca antes existentes en nuestro país. Nuevamente lo lograron y en menos de un año pudieron construirse recintos que hasta última hora se estaban preparando. Pero todo eso quedó atrás, porque estos Juegos permiten que más 4.000 atletas, 7.000 entre oficiales, entrenadores y más de 15.000 visitantes, que darán un boom a la alicaída economía del país. Sin embargo, no solo eso: la proyección de inyección a la economía es alrededor de 262 millones de dólares, según el informe presentado por los Gremios de la Producción y el Consumo.
Una fiesta sin precedente, que trasciende lo netamente deportivo, es una victoria de aquellos optimistas que nunca se rindieron a lo no, o al portazo de que Paraguay no estaba a la altura de eventos de esta naturaleza. Es un paso gigantesco para nuestros atletas que dejará un legado incalculable para los deportistas.