El margen de preferencia a la industria nacional, ahora elevado a 40%, era un sueño de juventud cuando empezábamos a incursionar en el desarrollo, comercialización y exportación de software o sistemas. Muchos países tienen algún tipo de proteccionismo y/o subsidios y competir contra sus empresas en licitaciones públicas y privadas era difícil sobre todo para lograr un costo competitivo y condiciones sostenibles de servicio. Era frecuente también encontrar en los pliegos, de entrada, alguna condición imposible de cumplir, generalmente puesta para direccionar hacia alguien y/o “trancar” la participación paraguaya.
Cualquier industria que quiere tener volumen significativo para ser competitiva y sostenerse rentablemente, en determinados niveles y sectores, tiene que vender muy bien localmente y exportar internacionalmente en forma sostenida. Como el Estado es un enorme comprador de todo lo que producimos, importamos, transformamos y vendemos, esta medida es de enorme significación.
En pocas palabras, en igualdad de calidad y cumplimiento de especificaciones se debe preferir lo paraguayo. Es una de esas leyes que empezó con un margen muy inferior y a primera vista luce conveniente. Luce bien, tiene buena intención, puede ser muy importante y útil, puede generar mucha mano de obra y beneficios, solo que los riesgos de perjuicios son serios. La parte buena ha sido muy divulgada por distintos medios y por diferentes autoridades empresariales. ¿Cuál es la parte mala? Como país nosotros debemos fortalecer nuestra competitividad, la defensa de la competencia, la defensa del consumidor y un comercio justo. Cada bien o servicio tiene un precio razonable que puede ser defendido y debe ser respetado. Esta medida nos quita competitividad y puede generar sobreprecios injustificables que serán mayormente pagados por los que tienen menos. La peor parte es que se desconfía que permita coimas, intermediarios, favores e intercambio de beneficios encubiertos o no, simplemente porque ese margen da espacio para muchas anomalías. Una de ellas es determinar si algo es, o no, efectivamente industria paraguaya, o simplemente se ha armado parcialmente aquí o se le ha agregado un eslaboncito en una larga cadena de eslabones de valor. Solo como ejemplo imperfecto.
Otro ejemplo, un vendedor de tapabocas hecho aquí artesanalmente con materias primas importadas puede competir y ganar, inapropiadamente, contra un importador de tapabocas de mayor calidad y menor precio. No solo nuestro compatriota puede ganar, puede hacerlo con un precio absurdamente superior.
Este tipo de medidas debe conciliarse mejor entre todos los sectores y blindarse contra la corrupción.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para mejorar nuestra industria, nuestras empresas y especialmente el bienestar de todos a un precio justo.