Tres días después del histórico divorcio, el primer ministro británico, Boris Johnson, y el negociador europeo Michel Barnier desvelaron sus planes y sus líneas rojas para la futura negociación, que podría empezar en marzo.
“Estamos dispuestos a ofrecer un acuerdo comercial muy ambicioso, que incluye aranceles cero y cero cuotas en todos los bienes que entran en nuestro mercado único de 450 millones de personas”, anunció Barnier.
Sin embargo, esta “oferta excepcional” está sometida a dos condiciones: un acuerdo sobre el acceso de pesqueros europeos a aguas británicas y garantías de que el Reino Unido no aprovechará el divorcio para ser un rival “desleal”.
CAMBIOS. Tras décadas de integración económica, la UE quiere evitar que el Reino Unido rebaje sus normas ambientales, laborales, fiscales y sobre ayudas de Estado, convirtiéndolas en “ventajas competitivas injustas” que dañen el mercado único europeo.
Desde Londres, el premier británico aseguró que su país no hará “competencia desleal”, comprometiéndose a no revisar a la baja las normas europeas, aunque rechazó que se le obligue al respeto de estas como un “precio” a pagar por el “libre comercio”.
Los 27 países europeos ven de modo distinto la postura del Reino Unido. “Nada es gratis”, si se quiere acceder al mercado único europeo, “el más grande del mundo”, aseguró la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, abogando por reglas de juego “justas”.
La incertidumbre flota así sobre la futura negociación, que se anuncia tensa, como demuestra la caída de la libra ayer, pese a que el Reino Unido inició una transición hasta fines de 2020 con la UE para reducir el daño del divorcio.