28 may. 2025

Tutor y 2 de los 12 chicos rescatados de la cueva tailandesa son apátridas

EFE-AFP

BANGKOK, TAILANDIA

“Me llamo Adul, estoy bien de salud”, dijo en tailandés el niño flaco haciendo el saludo tradicional “wai”. Las imágenes del adolescente de ojos grandes deslumbrado por la antorcha de los buzos que lo encontraron, junto a otros 11 futbolistas en ciernes al fondo de la cueva de Tham Luang, dieron la vuelta al mundo.

Adul Sam-on, nacido en Birmania y educado por profesores cristianos en Tailandia, se ha erigido en el portavoz de los 12 menores atrapados en una cueva. Tanto él como su entrenador Ekkapol Chantawong y su compañero Phonchai Khamluang forman parte del medio millón de personas que viven en Tailandia como apátridas.

La falta de papeles les afecta porque no pueden acceder a educación superior, no se les reconocen determinados derechos fundamentales, no pueden salir del país y tienen dificultades para conseguir trabajos, entre otras cosas.

Los profesores del colegio Ban Pa Moea donde Abdul estudia alaban sus dotes lingüísticas, sobre todo en inglés, en un país donde solo un tercio de los habitantes hablan la lengua de Shakespeare. Era el único capaz de conversar con los buzos británicos que los encontraron.

“¿Qué día es hoy?”, pregunta Adul en inglés, y explica a los socorristas que él y sus compañeros tienen hambre.

Nació en el Estado Wa, una región del este de Birmania escenario de una guerrilla étnica. Adul también habla tailandés, birmano y chino y estudia en el mismo colegio desde que tiene siete años.

Dejó su familia para recibir una formación mejor en el norte de Tailandia. Sus padres se quedaron en Birmania, pero lo visitan en la iglesia cristiana que lo acogió.

Esta situación de irregularidad surge a la luz cuando la universidad tailandesa de Naresuan ha ofrecido a los 13 rescatados becas de estudios.

Los combates entre la etnia rebelde del Ejército Unido del Estado Wa (UWSA) y el ejército birmano provocaron el exilio de miles de habitantes de la zona, en busca de seguridad y de mejores condiciones de vida, sobre todo a Tailandia.

Sin certificado de nacimiento ni documentos de identidad o pasaporte, Adul y los demás apátridas de Tailandia no pueden casarse legalmente, conseguir un empleo, abrir una cuenta bancaria, poseer bienes o sencillamente votar.

Tener la nacionalidad es uno de los sueños de estos apátridas. Sin pasaportes, difícilmente puedan aceptar las invitaciones que han recibido, como de la FIFA, del Manchester United o del Real Madrid. En esta situación tampoco podrán llegar a ser futbolistas profesionales.

Tailandia se ha comprometido a registrar a todos los apátridas antes de 2024.

Los conocidos de Adul aseguran que el adolescente no se desanima. Además del fútbol, le gusta tocar el piano y la guitarra. “Es una maravilla”, cuenta a la AFP el director del colegio Phunawhit Thepsurin. “Es bueno tanto en los estudios como en el deporte”.

Otro caso interesante es el del entrenador Ekkapol Chantawong, de 26 años, a quien también lo conocen como Ake. Nacido en Birmania, siendo muy joven, a causa de una epidemia de enfermedades respiratorias, perdió a su hermano, a su padre y a su madre, motivo por el cual tuvo que ir a vivir con su abuela. Antes de ser entrenador fue varios años monje budista en donde adquirió conocimientos que fueron claves para mantener unidos y tranquilos a los 12 jabalíes salvajes hasta el momento en que fueron rescatados. Ake quiere llegar a estudiar para técnico de fútbol, pero para eso necesita su documentación.

El almirante Arpakorn Yuukongkaew, de la Armada tailandesa, reveló que cuando se enteró la primera vez de la situación solo albergaba “una pequeña esperanza”.

“Al final, esa pequeña esperanza se hizo realidad. Debo decir que lo hicieron muy bien, especialmente el entrenador. Por lo que sé, el entrenador era un monje (budista), así que conoce técnicas de meditación y las utilizó para calmar a los niños y lograr que usaran tan poco aire como fuera posible”, detalló el militar.

Los doce chicos y el entrenador entraron en la cueva Tham Luang, situada en la provincia de Chiang Rai, durante una excursión el sábado 23 de junio tras completar un entrenamiento de fútbol cuando una súbita tormenta inundó el camino de salida.