Como si no hicieran falta guararás en este país, uno nuevo apareció hace casi un mes. De la noche a la mañana, Hugo Rubin, del Partido (en vías de extinción) Encuentro Nacional, anunció la candidatura de Nadia Portillo, para la diputación por Alto Paraná. Para quienes no sepan, Nadia Portillo es conocida en el ambiente de la cumbia como la Kchorra.
El anuncio de la candidatura de Portillo (Nadia, no el otro que ya está) despertó reacciones, sobre todo, en contra. “Cada vez peor”. “Cualquier cosa nomás ya es esto”. “Pensar que hay tanta gente preparada”. “Qué desastre”. Fueron algunas opiniones vertidas en un largo rosario de lamentos virtuales. En su descargo, Rubin había dicho que la precandidata es muy popular y que sería asesorada en su nueva función. Claro, toda vez que los números desde las urnas la lleven a ocupar una banca legislativa.
La Kchorra no aceptó en un 100% ni desistió de la candidatura. Pero ya se comenzaron a recordar algunas anécdotas, como la que protagonizaron ella y su novio en la Municipalidad de San Lorenzo, cuando se colaron a una oficina para hacer un trámite sin respetar la larga fila. O, cuando le preguntaron qué haría si su hijo le dijera que quería usar pollera, respondió: “Como diría mi papá: Hetaiterei oligata”.
Probablemente, si es elegida y ocupa una banca en el Congreso, el aporte de la cumbiera será tan significativo como enriquecer el legado musical universal. Ahora, apuntar toda la indignación hacia ella por candidatarse es una exageración. Las reacciones solo apuntan a su persona, pero dejan de lado lo más importante y preocupante del asunto: El problema no es Nadia. El problema es tu partido, cachorro. Sea del color que sea.
En esta carrera al 2018, vimos que los partidos políticos van recurriendo a figuras de afuera, cada vez menos ligadas a la militancia o trayectoria política partidaria, para seguir manteniendo un electorado que permite conservar las bancas en el Congreso.
Desde hace bastante tiempo los partidos están disociados de la realidad de la gente. Cada vez son más los descreídos y ello lleva a creer que la política real es la politiquería actual. Sin embargo, el mismo sistema que lleva a este estado de cosas también logra encontrar las alternativas para seguir manejando el poder. Por ello, la obligación ciudadana de exigir debe ir más allá del voto. De no ser así, dentro de poco las elecciones se decidirán enviando la palabra votá al 666 por fulano de tal.