Por Alberto Acosta Garbarino
aacosta@dende.org.py
Hoy se cumplen 18 años de aquel histórico día en que los paraguayos vimos cómo caía la oprobiosa dictadura stronista.
Apenas recuperadas las libertades, se inició el camino de transición hacia la democracia, creando instituciones y modificando la Constitución y las leyes, con el objetivo de que NUNCA MÁS pueda haber una dictadura en el Paraguay.
Estos cambios permitieron la desconcentración del poder que estaba en manos de una sola persona y su distribución hacia el Congreso, las gobernaciones y los municipios.
Estos cambios dieron mucho énfasis a los derechos humanos y a los derechos ciudadanos, en lugar del orden y la seguridad.
Esos cambios evitaron la aparición de un nuevo dictador, gracias a las muchas restricciones puestas para ser candidato a presidente y para la posterior reelección del mismo.
Lamentablemente nos hemos pasado de la raya; de una concentración de poder pasamos a un vacío de poder; de una única visión de país, que para bien o para mal tenía el dictador, pasamos a una absoluta falta de visión de país y consecuentemente de rumbo; en el fondo, evitamos la aparición de un nuevo dictador, pero nos hemos quedado sin líderes.
El riesgo de volver a la dictadura es hoy bastante remoto, no están dadas las condiciones locales, ni regionales ni internacionales para que eso ocurra.
Nuestro riesgo es que la actual situación de pobreza, de estancamiento, y de desigualdad, mezclada con las libertades, la falta de liderazgo y las instituciones débiles, nos lleven a la anarquía, al caos, y a la explosión social.
Los líderes de la sociedad paraguaya, tanto los políticos, los económicos como los sociales, tenemos que REFUNDAR la República buscando un nuevo orden, un nuevo equilibrio.
No queremos una nueva dictadura, pero en países de cultura presidencialista como los nuestros, tenemos que devolverle al Poder Ejecutivo la capacidad de gobernar.
No queremos el centralismo que existía antes, pero tampoco podemos seguir con este esquema semiunitario y semifederal que tenemos hoy.
No queremos los abusos cometidos durante la dictadura, pero tenemos que ponernos de acuerdo sobre el uso de la fuerza por parte del Estado para preservar el orden, la convivencia civilizada y las libertades.
No queremos una visión única como en la época de la dictadura, pero tenemos que consensuar una visión y una estrategia compartidas de cómo el Paraguay puede salir de su pobreza y avanzar hacia el progreso y el desarrollo.
Para que todo esto pueda ocurrir se deben hacer muchas cosas, entre ellas modificar nuestra Constitución actual.
Para que esto sea posible se va a requerir de la participación de muchos líderes, entre ellos sin duda alguna el presidente Duarte Frutos puede tener una función trascendental.
Pero para eso él tiene que salir de su actual chatura política de pensar solo en su reelección y transformarse en un estadista... es difícil pero ojalá pueda.
La Constitución NO PUEDE NI DEBE ser modificada ahora en medio de crispaciones y solamente para beneficiar a determinado candidato para las próximas elecciones.
La Constitución DEBE SER modificada después de agosto del 2008, en un ambiente de serenidad, sin elecciones a la vista, para que los líderes de la sociedad paraguaya podamos construir las bases que nos permitan mantener nuestra democracia pero iniciar la otra transición, la transición de la pobreza hacia el desarrollo.
(*)Presidente de Desarrollo en Democracia