Spencer Johnson, el exitoso autor, entre muchos otros textos, del libro ¿Quién se ha llevado mi queso?, publicado en 1998, advertía la importancia de hacer pequeños cambios antes que inevitables grandes cambios que nos perjudiquen. El libro es muy breve y es recomendable leerlo. Spencer no era empresario, era sicólogo, y sus publicaciones invitaron siempre a la flexibilidad y practicidad.
El enfoque rígido y conservador lo heredamos en gran parte del periodo victoriano. Gran Bretaña necesitaba manejar un imperio que se extendía por muchos países desde Canadá hasta Australia, Sudáfrica e India. Entonces se estableció la burocracia de reglamentos, procedimientos, papeles, copias, sellados, firmas, archivos y controles, entre otros elementos que conocemos, para permitir una gestión lo más similar posible. Claramente la conducción era masculina y las mujeres estaban confinadas a unos pocos roles. Como aún nos ocurre hoy, el reconocimiento provenía frecuentemente de la antigüedad y no de la productividad, innovación u otros aspectos positivos.
El mundo viene cambiando y lo seguirá haciendo y particularmente los varones debemos reconocer que nuestra organización empresarial o institucional, así como los paradigmas en nuestra cabeza merecen una seria revisión. Las “semanas de 4 días”, los “días de 6 horas”, el trabajo no-presencial, la conexión del trabajo en equipo en distintos lugares, la diversidad y la tecnología nos llevan a escenarios muy distintos. El éxito empieza a medirse y reconocerse por actos que van más de allá de la utilidad y el valor accionario.
Sé que pedir igualdad en las participaciones de hombres y mujeres es parte del camino. Voy más allá dado que no quiero limitar a personas valiosas. Solo como un ejemplo: La Junta Directiva de ADEC ha tenido varios años mayoría femenina sin disminuir resultados, valores, ni compromisos. Se trata de dar oportunidades a las personas adecuadas que están disponibles y generar las condiciones apropiadas. Los varones nos hemos enamorado de “estar todo el día en la oficina” evitando otros roles y auto ponderándonos el estrés, y el desequilibrio vida-trabajo aplaudiendo viajes innecesarios y reuniones interminables e improductivas.
Toda esa estructura y esas prácticas poco cuestionadas deben modificarse para permitir organizaciones más justas con personas mas felices en todos los públicos participantes.
Es muy saludable que los varones asumamos otros roles y que las mujeres aporten su inteligencia distinta y sus otras capacidades para lograr ambientes más eficientes y confortables. Es bueno que deleguemos, que consideremos que podemos morirnos cualquier día, que compartamos decisiones, que dejemos crecer a otros. Nada de esto es fácil dado que implica humildad, conciliaciones y renuncias. Nos conviene hacerlo.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para ser flexibles, y hacer cambios a tiempo que beneficien a todos.