25 jun. 2025

TIEMPO DE COMPARTIR

Navidad en Paraguay, pero con la mente en España

Cuando esté laburando en la cocina voy a recordar a Nahir y voy a tratar de disfrutar más que de costumbre de la tarea de preparar la cena de Nochebuena para mi familia.

Cuando limpie la casa y ponga la mesa, cuidando cada detalle, que para los demás ni existen, pondré el máximo esmero, al pensar en Nahir, a quien le gustaría hacer lo mismo.

Al encender las guirnaldas, retocar el arbolito y colocar el melón y la sandía en el pesebre, tendré presente a esta mujer, que a miles de kilómetros de distancia se muere de ganas de compartir estas tradicionales tareas con los suyos.

Y cuando sean las 12 y todos en casa nos abracemos, aunque lo intente, no podré dejar de lado la imagen de Nahir, en la soledad de su habitación, pegada a su almohada con lágrimas interminables.

Cuando, alrededor de la mesa, elevemos una plegaria, ella y su familia serán parte de nuestro ruego.

Navidad es tiempo de compartir no solo las alegrías sino también las tristezas.

Confieso que me resulta imposible dejar de pensar y en parte sentir, aunque sea un poco, la melancolía que tantas madres paraguayas experimentan en España.

Nahir María Reyes de Benítez, de 42 años, es una de ellas. Es oriunda de Ciudad del Este, donde dejó a su esposo y a sus seis hijos -la mayor de los cuales tiene 18 y el menor 4-, para ir a trabajar en Madrid.

“Las que tenemos hijos lloramos todos los días porque los extrañamos mucho”, decía ella en un reportaje publicado en este diario el miércoles pasado.

Las que tenemos hijos y vivimos con ellos o cerca de ellos no imaginamos siquiera lo que significa ese dolor cotidiano.

Nahir, afortunadamente está entre las que son bien tratadas; trabaja en una casa de familia cuidando chicos, y gana 700 euros. Pero esos 700 euros no cubren su tremendo sacrificio emocional.

“El trabajo no es problema, siempre trabajé, pero quiero aguantar, necesito aguantar para pagar mis cuentas y ayudar a mis hijos”, decía en la misma nota, Manuela Ovando de Fretes, de 51 años, otra exiliada económica que lo que más extraña es a su familia.

También Lucy Ramírez, de 35 años, trabaja en España y lo hace en un promedio de 12 horas por día. Sus dos hijos de 16 y de 3 años viven en Concepción.

Rosalina Maldonado de Campuzano tiene 42 años y hace un año y dos meses que está en Madrid. Comparte sus días con dos de sus hijos; los otros tres están en Ciudad del Este.

Estas son solo cuatro de las miles de madres paraguayas que mañana sufrirán la Navidad lejos de casa, mientras los responsables de su éxodo levantarán sus copas de champán para brindar en familia, a todo lujo.

Solidaridad obliga a, por lo menos, recordarlas en los hogares en los que la dignidad humana se mantiene a salvo gracias a Dios, a ese mismo Dios cuyo nacimiento se recuerda mañana.

¡Feliz Navidad!