Ayer seguían desaparecidos 26 cuerpos en el gélido río Potomac, a cuyas aguas cayeron un avión de pasajeros y un helicóptero militar Black Hawk tras colisionar en el aire el miércoles por la noche. Fue el mayor accidente aéreo en Estados Unidos desde 2009.
Los rescatistas han rastreado las turbias aguas del río día y noche pero solo han rescatado hasta ahora 41 cadáveres.
Además, buscan la caja negra del helicóptero militar tras lograr recuperar la grabadora de voz de la cabina y la grabadora de datos de vuelo del avión comercial Bombardier, el cual era operado por una subsidiaria de American Airlines (AA).
La búsqueda física en el terreno se realiza en paralelo a un análisis técnico complejo de las potenciales fallas que puedan haber derivado en el accidente.
Todd Inman, miembro de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB) estadounidense, dijo que se debería elaborar un informe preliminar en 30 días, pero “la investigación general probablemente llevará un año”.
“Tiene que ser preciso. No vamos a publicar algo rápidamente sólo para poder poner fin a algunas especulaciones”, declaró a la cadena CNN.
La cautela de Inman contrastaba marcadamente con los comentarios efusivos y politizados de Trump poco después de producirse la colisión entre el avión –en un vuelo de rutina desde Wichita (estado de Kansas) con 64 personas a bordo– y el Black Hawk del Ejército estadounidense, en el que iban tres efectivos.
Trump volvió a pronunciarse el viernes en su plataforma Truth Social: “El helicóptero Blackhawk volaba demasiado alto, por mucho. Estaba muy por encima del límite de 200 pies (unos 60 metros). Eso no es demasiado complicado de entender, ¿no?”.
Esto siguió a un torrente de publicaciones y una conferencia de prensa el jueves en la que el republicano culpó del accidente a sus predecesores demócratas Joe Biden y Barack Obama, afirmando sin pruebas que habían contratado a las personas equivocadas debido a sus planes de diversidad racial y de no discriminación conocidas como DEI. AFP