“Los Evangelios hablan exclusivamente de lo que José ‘hizo’; sin embargo permiten descubrir en sus ‘acciones’ –ocultas por el silencio– un clima de profunda contemplación”[2]. San Juan Pablo II nos revela así el secreto que se esconde detrás de las obras del santo Patriarca: toda su vida era verdadera oración. San José estaba atento a la voz de Dios que se esconde detrás de todos los sucesos y de todas las personas; eso le permitió escucharle incluso en las tenues imágenes de los sueños. …
Entre la vida interior de san José y sus manifestaciones exteriores ya no vemos ninguna fisura porque transforma su propia vida en un camino de oración. Solo un alma profundamente contemplativa como la suya consigue convertir el sueño de Dios en el suyo propio. San Josemaría predicaba continuamente la hondura que supone unir, de esta manera, lo divino con lo humano: “Acostumbraos a buscar la intimidad de Cristo con su Madre y con su Padre, el Patriarca Santo, que entonces tendréis lo que Él quiere que tengamos: una vida contemplativa. Porque estaremos, simultáneamente, en la tierra y en el Cielo, tratando las cosas humanas de manera divina”[3].
“Para San José, la vida de Jesús fue un continuo descubrimiento de la propia vocación”[4]. Su vida contemplativa no era nunca una excusa para la pasividad. Todo lo contrario… De san José aprendemos que toda verdadera renovación, que todo nuevo impulso, nace de una contemplación de Jesús que nos lleva al diálogo con Dios.
(Frases de https://opusdei.org/es-py).