07 ago. 2025

Servicio

Benjamín Fernández Bogado – www.benjaminfernandezbogado.wordpress.com

En inglés, la expresión public servant (sirviente público) todavía es usada como formalismo en varias cartas en donde se subraya la trascendencia de la persona a la que se sirve y se expresa el nivel de sumisión de quien otorga un servicio.
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Es otra tradición indudablemente diferente a la nuestra, donde el servicio público es sinónimo de lo opuesto.

El servant nuestro en realidad es nuestro patrón, jefe y máster. Él no asume ninguna obligación hacia los que contribuyen con sus impuestos al pago de sus salarios y de sus incontables beneficios que ingresan en el rubro de los “derechos adquiridos”, generalmente logrados en huelgas, chantajes, extorsiones políticas o acuerdos electorales. Nuestros sirvientes-jefes son más de 350 mil y no hay nadie que se anime a ponerle el cascabel a este gato.

La calidad de los servicios que otorga es pésima y generalmente llena de corrupción. No hay ninguna posibilidad de que un expediente recorra el circuito normal sin aceitada previa, lo que varía en relación a la trascendencia del caso y el porcentaje que les toca a cada uno.

De vez en cuando surge algún descontento que filtra la información a la entrometida prensa que descubre que el procurador (el que debería defender los derechos del Estado) se preparaba un jugoso negociado de 7 millones de dólares.

Pasa igual con el actual ministro de Hacienda Llamosas, que con absoluto desparpajo afirmó este año que los dobles aguinaldos no están permitidos desde el 2016, pero que se siguieron pagando con otras denominaciones (¡). A eso habría que agregar el pago por títulos que tumbó a un viceministro menonita, ayudas vacacionales, bonificaciones familiares y presentismo, entre otros rubros.

Cuando se le pregunta a Llamosas sobre las restricciones de este año afirmó que cada ministro o empresa estatal deberá negociar el decreto con cada sindicato. Si esto no es capitulación de soberanía administrativa, qué otra muestra más queremos tener.

La reforma del servicio público es urgente y necesaria. Cuesta millones de dólares cada año su estado calamitoso para una sociedad hambreada, harta y robada por los mismos saqueadores históricos. El argumento que si se los sacara dónde podrían ir a trabajar es un insulto como lo fue en su momento la supuesta privatización de varias empresas públicas o el negocio electoral que representa.

Para dar la imagen de que hacen algo, la empresa ferrocarrilera que no administra nada más que la imaginación de un tren en movimiento sacó a algunos empleados a mirar pasar coches y buses sentados en sillas de cables y procesando algoritmos de factibilidad del servicio. Nos toman del pelo en verdad.

Dicen que el acto más elevado del amor es el servicio porque no se hace por un interés personal, familiar o partidario, sino sobre el deseo de fortalecer el bien común. Eso será en otro lugar, aquí: no. Cuando uno pregunta por el servicio en un sitio público le contestan: “al fondo y a la derecha”. Y tienen razón. Entre nosotros es el depósito de los excrementos, solo que algunos medran con eso desde hace tiempo sin reciclar ni reciclarse.