04 jun. 2025

¿Ser joven por siempre? Mejor, no

Por Rebeca González Garcete

Foto: UH Edicion Impresa

Foto: UH Edicion Impresa

rebecagonzalezg@gmail.com

Somos mortales. Solemos olvidar ese hecho. El arte (especialmente la literatura y el cine) se ha encargado de explorar la búsqueda de inmortalidad y del elixir de la eterna juventud. Sin embargo, a Adaline Bowman (Blake Lively), el no poder envejecer desde 1937 ha sido una carga pesada: ha sobrevivido, pero no vivido.

Por un motivo explicado con aires de fábula más que de ciencia-ficción, Adaline quedó estancada físicamente en sus 29 años. Llegó a tener una hija que ahora ya parece su abuela. Y ahora se enfrenta a un desafío: abrir su corazón a Ellis (Michiel Huisman), quien no se rinde ante el muro que Adaline se construyó para protegerse de ese “secreto”. Para ella pasan los años, se vuelve sabia, pero se siente destinada a la soledad.

Blake Lively lleva bien este personaje vestido con melancolía, y hace buen par con el actor holandés. Pero la verdad es que el pilar del filme no son ellos. Ellen Burstyn tiene los años encima, pero en sus escenas con su “madre” se convierte en una adolescente más. Y quien se roba la película es Harrison Ford, cuya aparición inyecta vida a la trama, aunque peque de increíble la casualidad de haber conocido a Adaline en otro tiempo. El filme tiene una soberbia fotografía y, además, se disfruta la recreación de las distintas épocas, gracias al bien cuidado vestuario y a una banda sonora excepcional. Y, si bien se vende como una película romántica, El secreto de Adaline tiene otro valor. ¿Puede reconciliarnos con la mortalidad? Es probable. ¿Será un clásico romántico? Ciertamente, no. Pero es una interesante reflexión sobre el paso del tiempo y el ciclo de la vida.