Según el BID, 9 de cada 10 personas en la región desconfían del prójimo, tal como detalla el estudio. Los niveles de confianza equivalen a una cuarta parte de niveles en los países desarrollados que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El informe analiza las causas de esa desconfianza y ofrece recomendaciones para que los responsables de formular políticas puedan convertir este desafío en una oportunidad para abordar algunos de los desafíos de desarrollo más urgentes en la región, como los bajos niveles de productividad e innovación, el retraso en materia de inversiones y los elevados índices de informalidad y evasión impositiva.
“Promover la confianza mediante una mayor transparencia e instituciones más sólidas debería ser una prioridad en la agenda política de América Latina y el Caribe. Colocar la confianza en el centro de la toma de decisiones gubernamentales reavivaría significativamente el desarrollo en la región”, dijo al respecto el presidente del BID, Mauricio Claver-Carone.
La falta de confianza reduce la competitividad del sector privado. Según una encuesta a 3.000 firmas registradas en la plataforma ConnectAmericas del BID, aquellos gerentes cuyas compañías tenían mayor competencia reportaron tener mucha más confianza interpersonal que aquellas que reconocieron tener menos competencia.
A su vez, los países con niveles elevados de confianza son más productivos y participan más en cadenas globales de suministro. La participación de América Latina y el Caribe en las cadenas globales de suministro es mucho menor en que las de otras regiones. En pandemia, las firmas con altos niveles de confianza brindaron más beneficios a sus empleados. Las empresas con niveles bajos de confianza son más propensas a exigir pagos por adelantado y, en países en los que los niveles de confianza son reducidos, es menos probable que las firmas tengan acceso a crédito bancario.