Probablemente ningún diplomático oficial paraguayo en toda la historia ha representado mejor, ni ha dado más lustre al país, que un escritor como Augusto Roa Bastos, ganador del Premio Cervantes, o que grandes músicos como José Asunción Flores, el creador de la guarania, o Agustín Barrios Mangoré, el mejor concertista de guitarra. Sin embargo, todos ellos, en su momento –al igual que otros grandes creadores– fueron despreciados y desterrados por el gobierno de su país, en la mayoría de los casos por dictaduras como la del general Alfredo Stroessner, que siempre despreció a los creadores de arte y cultura que no estén dispuestos a cantarle loas.
Aunque los gobiernos democráticos que siguieron tras la caída del stronismo han tratado de reparar los aciertos y han brindado homenajes a los mayores artistas y verdaderos embajadores del Paraguay, la actitud de falta de interés, desprecio o ignorancia hacia la cultura se ha mantenido en mayor o menor grado y ha sido particularmente notable durante la gestión del presidente que acaba de terminar su mandato, Horacio Cartes.
Cabe recordar que, durante la anterior campaña electoral, cuando la gran concertista de guitarra Berta Rojas le preguntó a Cartes cuál era su proyecto cultural, el entonces candidato presidencial planteó que su intención era reabrir un recordado restaurante con espectáculos folclóricos para turistas. Durante su gobierno, uno de los hechos más cuestionados por la comunidad cultural fue su negativa a entregar, primero el Premio Nacional de Ciencias a la investigadora Soraya Araya, y luego el Premio Nacional de Literatura a la poetisa guaraní Susy Delgado. Ante el reclamo insistente de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP), finalmente dispuso que su jefe de gabinete haga las entregas en una reunión a puertas cerradas, cuando la ley exige que ambos premios sean entregados en actos públicos y solemnes por el propio jefe de Estado.
Hasta ahora, los principales referentes del Gobierno que le sucede no demuestran una actitud muy distinta. En la última campaña electoral, durante la posterior transición e incluso en estos primeros días de gobierno, ni Mario Abdo Benítez, ni sus principales colaboradores han hablado de los planes para la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), ni se han apurado por designar al ministro secretario de esta dependencia, cuando sí lo han hecho para otras secretarías de segunda línea como la Secretaría Nacional de la Niñez y de la Adolescencia (SNNA), la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) o la Secretaría Nacional de la Vivienda y el Hábitat (Senavitat).
De este modo, Abdo Benítez mantiene la misma actitud de poco interés hacia la cultura que su antecesor, Horacio Cartes. La falta de una política cultural elaborada, que involucre a los actores culturales, refleja la mediocridad y el escaso interés de las autoridades hacia los escritores, poetas, músicos, cineastas, teatreros, gente de las artes plásticas, intelectuales y otros creadores artísticos, cuyas obras representan y le dan lustre internacional al Paraguay, mucho más que cualquier embajador oficial. Es una lamentable actitud que le hace poco favor al país y que se debe superar cuanto antes.