Él derrama con paciencia y generosidad su Palabra. Una Palabra que no es una jaula o una trampa, sino una semilla que puede dar fruto, siempre y cuando nosotros estemos dispuestos a recibirlo.
El terreno bueno es el camino que debemos seguir. No obstante, hay otros dos tipos de terrenos que pueden crecer en nuestro corazón impidiendo que la semilla de Jesús dé fruto: el terreno pedregoso, en el cual la semilla germina pero no llega a dar raíces profundas y el terreno espinoso, lleno de espinos que sofocan a las buenas plantas, espinos que podemos comparar con las preocupaciones del mundo y la seducción de la riqueza.
Cada uno de nosotros puede reconocer estos grandes o pequeños espinos que habitan en su corazón, estos arbustos más o menos enraizados que no agradan a Dios y nos impiden tener un corazón limpio.
Es posible sanear el terreno de nuestro corazón, presentando al Señor a través de la confesión y la oración, nuestras piedras y espinos.
Preguntémonos si nuestro corazón está abierto para acoger con fe la semilla de la Palabra de Dios.
Preguntémonos si en nosotros las piedras de la pereza son todavía muchas y grandes; identifiquemos y llamemos por nombre a los espinos de los vicios.
Que la Madre de Dios, a quien recordamos hoy bajo el título de Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, insuperable en la acogida de la Palabra de Dios y en su puesta en práctica, nos ayude a purificar el corazón y a custodiar en él la presencia del Señor”.
(Frases extractadas de https://www.pildorasdefe.net/liturgia/evangelio-hoy-lecturas-dia-24-julio-2020)