“Paraguay no firmó esos tratados para que unas cuantas familias de un determinado color político se conviertan en multimillonarias por varias generaciones del futuro, sino para combatir la inmoral pobreza de una gran mayoría del pueblo que sufre toda clase de postergaciones injustas”, decía textualmente monseñor Valenzuela. Después se refirió a la futura renegociación del Anexo C del Tratado como una oportunidad de obtener recursos para impulsar el desarrollo y salir de la pobreza.
El obispo reclamó por mayor honestidad a la hora de renegociar el Tratado y sostuvo que se necesitan mayor transparencia, más pericia, mejor control, mayor firmeza y estatura moral de las autoridades para lograr ese objetivo, que es un anhelo de todo el pueblo. Advirtió que, si no se actúa con espíritu de honestidad y unidad, se puede perder definitivamente con la futura renegociación del Anexo C la oportunidad de sacar a nuestro pueblo al menos de la extrema pobreza.
“Para el 2023, solicitamos que los que nos representan actúen con la máxima claridad, habilidad, hondo patriotismo y de cara al pueblo”, puntualizaba en la carta.
Es reconfortante saber que la Iglesia se preocupa por la grave desigualdad social y la pobreza extrema de unos, mientras “poquísimas personas acumulan riquezas que ni siquiera están en condiciones de manejar y controlar y menos aún de convertirlas en inversiones para generar fuentes genuinas de trabajo para los miles de desocupados”. Es esclarecedora la postura en contra de la riqueza si esta es ilegítima, y que lo verdaderamente malo es la mezquindad frente a las necesidades de los demás.
En la carta tampoco faltó la advertencia a los líderes políticos y económicos sobre el hastío social que puede llevar al estallido, “por no tener la visión y la sensibilidad necesarias con las demandas del pueblo”. Hizo especial mención a la demanda de creación de fuentes de trabajo y en particular trabajo digno para los jóvenes
No faltó la exhortación a separar a la Justicia de los intereses políticos mezquinos, y que la administración de los conflictos de intereses esté a cargo de jueces probos y de fiscales valientes y honestos, definitivamente un ansiado deseo ciudadano.
Momento fundamental fue cuando el obispo de Caacupé reclamó: “Ni un feminicidio más”, y en forma enérgica pidió el cese de la violencia extrema contra la mujer y contra los niños, además de denunciar atropellos a la dignidad de las personas en los ámbitos de la Justicia, la salud y la educación. “Debemos eliminar la violencia contra la mujer y hacemos un llamado a acciones urgentes en todos los niveles de los gobiernos hasta las personas que impulsan cambios para prevenir que no haya ni un solo feminicidio más, ni uno solo”, manifestó.
El mensaje del obispo de Caacupé les puso voz a las grandes demandas del pueblo. Ojalá el mensaje haya logrado conmover las conciencias de los líderes políticos y económicos del Paraguay.