No se puede negar que la población paraguaya aumenta demandando más servicios de salud, educación, infraestructura, etc., por lo que hay que crear una oferta para atender estas necesidades. La justificación para aumentar los ingresos del Estado es la necesidad de contar con ingresos adicionales a fin de “crear más capacidades” para atender estas legítimas exigencias. Sin mayores ingresos no habrá condición de construir una mayor oferta. Hasta aquí el razonamiento es indiscutible.
Tácitamente suponemos que debe ser el Estado el que cree esa capacidad adicional para proveer los servicios que la población demanda. Consecuentemente un incremento de ingresos del Estado conlleva a un igual aumento de gastos en personal y bienes de producción. El ingreso adicional se derrocha dentro del mismo Estado para soportar una maquinaria que nunca fue eficiente ni orientada a la calidad de servicios. Peor aún, es un aparato que no se puede desarmar después, no se pueden desvincular funcionarios públicos, y ese costo será eterno solo concluyendo con la muerte del funcionario. Pues el costo de la jubilación e incluyendo los costos de salud suman algo similar al costo de su salario durante su periodo productivo. Aquí es donde no estamos de acuerdo y es la esencia del reclamo de “mejorar la calidad del gasto”.
La experiencia muestra que el Estado no es el mejor administrador para crear capacidad. El contundente ejemplo más próximo es Brasil, la novena mayor economía del mundo en el 2018. De las prioridades del gobierno de Bolsonaro es la privatización de empresas públicas, lo que se considera extremadamente necesario para impulsar la productividad del país. El plan de privatización brasileño representa USD 217.000.000.000; es decir, el Estado brasileño construyó capacidad en empresas y entes, se dio cuenta de que era imposible que estas entidades lleguen a ser suficientemente eficientes y productivas como exige el mercado mundial, por lo que ahora las va a vender. Es seguro que esa venta va a ser por debajo del precio que le costó al mismo Estado construir esos entes. El Estado brasileño va a perder dinero malvendiendo lo que construyó. Perder es destruir impuestos pagados.
¡Aprendamos del ejemplo de los más grandes! Saltémonos el ciclo de cobrar más impuestos para construir más empresas públicas ineficientes y deficitarias, para luego tener que venderlas por un precio menor de las que realmente costaron, destruyendo sumas siderales de impuestos. Esto está recontraprobado que no funciona, ¡ni aunque sea el noveno mayor mercado del mundo!
Desde el inicio, dejemos al privado construir capacidad bajo su propia cuenta y riesgo. La fórmula viable puede ser: que el Estado crezca en una mayor recaudación de impuestos, y luego licite plurianualmente usando esa mayor recaudación para comprar en el mercado privado los bienes y servicios adicionales que demanda la población. El dinero recaudado en impuestos retornará al sector privado, el precio pagado –desde el primer día– será el más bajo, puesto que ya se construye con base en una superior eficiencia del sector privado. Si la contratista privada no cumple las expectativas, quedará afuera en el próximo contrato. No existirán cajas de jubilados del Estado que son deficitarias y bombas de tiempo. El sector privado puede hacer casi todo lo que hace el sector público de modo más barato y más asertivamente. El sector privado puede financiarse para construir capacidad, sin necesidad de que el Estado aumente la deuda soberana para construir capacidad. El sector privado paga sus deudas con sus utilidades, mientras que el Estado pagará –algún día– su creciente deuda con una mucho mayor presión impositiva.
Que la necesidad adicional de compras del Estado se convierta en un factor que promueva el progreso y el crecimiento del sector privado nacional. Esta es la real fórmula de ganar-ganar.