No hay nada más sagrado que ese salario que se promete y que se paga cada 15 días. Para los mexicanos y de otros países de América Latina, acostumbrados a este régimen de contrato, la quincena es sagrada. El método desconocido por estas tierras supone –dicen– un mejor manejo del salario por parte de los empleados y una carga menos pesada para el empleador. Cada quincena se paga, se cobra y se cumple. Aquí la quincena es la nada. Lo inexistente y más aún cuando el mes trae como febrero: 28 días. Desde hace dos meses, el Gobierno con sus voceros, desde el presidente pasando por el ministro de Salud y sus directores, nos dicen que las vacunas llegarán en la primera o en la segunda quincena de febrero, pero claro, nunca llegaron. Ahora ya le han dado la tarea de mentir al representante de la Organización Panamericana de la Salud que como buen extranjero paraguayizado ya dijo lo más fácil: vendrá en algún momento de marzo. Eso está mejor solo que le falta el año.
Las promesas vacuas de las vacunas en realidad no son otra cosa que el sello distintivo de unos procrastinadores de raza. Expertos en posponer, faltos de capacidad de planificación y nula estrategia de compras. Saben que en este esquema vive la corrupción, que es el alma del Estado paraguayo y cuanto más ineficaces son, más paraguayos y corruptos se retratan. Eso pasa no solo con los temas de salud, también en educación pasa lo mismo, ahí tuvieron un año para reparar y construir todas las escuelas del país. Había tiempo, dinero pero claro no existía voluntad ni capacidad para ejecutarlo. No saben que deben enseñar en aulas y que podemos exigirles que sepan cómo construir un aula a precio razonable. Y aquí no solo se pasaron quincenas por encima, sino que llegan al colmo de sumarse a los dirigentes sindicales –muy poco propensos a los sacrificios– a presentar una ley de emergencia educativa que no es otra cosa que el mecanismo exacto para seguir procrastinando buscando en su camino diluir responsabilidades en otros. La Cancillería, que está dispuesta a lo que sea para traer vacunas de China o Rusia, ofrece de todo, pero no logra convencer a los vendedores. A Putin le prometió en Montevideo: bandas musicales y alfombra roja, pero el ex espía de la KGB le respondió solo con unas muestras médicas. Ahora dice que la falta de relacionamiento diplomático con Pekín puede resolverse con alguna reunión en la ONU de Nueva York como si estuviéramos aún en la guerra fría. No entendemos cómo funciona el mundo y algunos se creen más vivos que todos inundando de droga el mercado europeo. El valor de lo incautado es superior a las exportaciones de nuestros productos estrellas: la soja y la carne juntas. Aquí nadie olió oficialmente el trasiego y de nuevo fue necesario distraer la atención con lo que estuviera a mano para evitar ser consumido por el escándalo que entre nosotros no aguanta una quincena.
Cuando alguien diga una cosa seria como cuántas y cuándo llegarán las vacunas debe saber la trascendencia que tienen sus palabras porque de ellas será esclavo. Si desconoce también debe ser sincero y no cantinflear en circunloquios que terminan reduciendo a la quincena a unos 13 días. La verdad es que ni los médicos ya le creen y unos cuantos han terminado por rechazar las vacunas rusas esperando por la británica que tampoco se sabe cuándo llegarán. No pregunte usted cosas complejas, como ¿cuántos serán los vacunados por día y en qué año terminaremos todos de ser inoculados? De momento y sin quincena de por medio seguimos padeciendo un gobierno que desafortunadamente todavía debe seguir por más de unas cuantas quincenas hasta acabar su mandato. Y falta todavía mucho por padecer.