Los episodios de referencia proceden del libro de Zacarías (8, 1-8) —con la profecía de las calles de Jerusalén que se llenarán de ancianos apoyados en el bastón, para manifestar el valor de su longevidad, junto a jóvenes que juegan felices, para mostrar la alegría del pueblo de Dios— y del pasaje del Evangelio de Lucas (9, 46-50) que narra la disputa surgida entre los apóstoles sobre quién era el más grande entre ellos.
En los dos pasajes el Pontífice ve una especie de discusión, o mejor, un intercambio de opiniones sobre la organización de la Iglesia. Pero —recordó — “al Señor le gusta sorprender” y así “desplaza el centro de la discusión”: toma a un niño a su lado y dice: “El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí. El más pequeño de vosotros es el más importante”. Y los discípulos no entendían.
…Así que “los que dejamos aparte cuando pensamos en un programa de organización —comentó— serán el signo de la presencia de Dios: los ancianos y los niños. Los ancianos porque llevan consigo su sabiduría, la sabiduría de su vida, la sabiduría de la tradición, la sabiduría de la historia, la sabiduría de la ley de Dios; y los niños porque son también la fuerza, el futuro, los que llevarán adelante con su fuerza y con su vida el futuro”.
El futuro de un pueblo —recalcó el papa Francisco— “está precisamente ahí y ahí, en los ancianos y en los niños. Y un pueblo que no se ocupa de sus ancianos y de sus niños no tiene futuro, porque no tendrá memoria ni tendrá promesa. Los ancianos y los niños son el futuro de un pueblo”.
(Frases de https://www.vatican.va).