Por Andrés Colmán Gutiérrez - En Twitter: @andrescolman
Durante una conferencia a los estudiantes, una jovencita le preguntó a Bertrand Russel: "¿Qué consejo les daría usted a los jóvenes?”.
El irreverente pensador inglés, premio Nobel de Literatura, respondió: “No soy quien para dar consejos a nadie, pero ya que me lo preguntan, les diré simplemente dos cosas: Hagan el amor todas las veces que puedan, y piensen muy bien lo que quieran ser en la vida. ¡Porque uno es lo que quiere ser!”.
Yo siempre supe que quería ser periodista. Tuve la suerte de que mis padres, a pesar de no estar de acuerdo conmigo, respetaron y apoyaron mi elección.
Confieso que a veces me pregunto si no me sentiría más feliz siendo arqueólogo, explorador, detective privado o guía de turismo... pero no. Siempre acabo reafirmando que, si volviera a nacer, elegiría con seguridad la misma carrera.
Por eso me inquieta lo que sucede con muchos jóvenes en el Paraguay. En charlas con grupos de adolescentes, me he vuelto a encontrar con numerosos casos de chicos y chicas obligados por sus padres, familiares, amigos, o simplemente por el ambiente que les rodea, a estudiar carreras universitarias o profesionales que no les conmueven en lo más mínimo, o que odian profundamente.
Estas son algunas de las frases que escuché:
-"Tengo que elegir entre lo que me gusta y lo que me conviene”.
-"A mí me encanta la filosofía, pero me dicen que me voy a morir de hambre, así que estudio computación y análisis de sistemas, para asegurar mi futuro”.
-"Yo quiero ser actriz, pero mi papá solo piensa en que siga ingeniería y no le quiero defraudar. Después de recibirme y darle el gusto, tal vez pueda dedicarme al teatro”.
No sé. Creo que es lamentable programar la propia vida en función a los valores del mercado, o a lo que otros quieran hacer de nosotros.
Hay casos de padres y madres que arrastran frustraciones a cuestas, porque no pudieron convertirse en los médicos o abogados que soñaban ser, y ahora desean cumplir ese sueño a través de sus hijos, sin preguntar si esos es lo que ellos también realmente quieren. De este modo, solo consiguen repetir de modo distinto la misma frustración.
Quizás si uno tuviera dos vidas, podría usar una de ellas para darles el gusto a papá o a mamá. Entonces podría estudiar la carrera que los padres quieren, y luego usaría la segunda para cumplir su propio sueño. Pero lamentablemente la vida es una sola... y además es tan breve.
Nadie más que uno o una es responsable de lo que hace o deja de hacer por sí mismo. Ser o no ser, como diría aquel gran dramaturgo británico.
O en palabras del pensador francés Jean Paul Sartre: “No importa lo que hicieron contigo, sino qué hiciste vos con lo que hicieron contigo”.