Por Esteban Aguirre Barrail - Director Ojo de Pez SA |
“En diez minutos estoy en tu casa..., no, claro que sí. Sí, tranqui, ¿querés que lleve algo?”. Quien más quien menos, se topó con una situación similar a esta. Y, si nos remitimos al territorio paraguayo, las probabilidades aumentan considerablemente.
Personalmente sufro la desgracia de ser un “paraguayo bola”, definición folclórica. Me comprometo a cosas que no puedo cumplir, aseguro ir a lugares a donde no puedo llegar y afirmo asistir al ocasional cumpleaños al cual nunca pude ir. Todavía no descifré el gen de tal mal. Sé que está ahí y que se manifiesta cada tanto con promesas como: "¿Hoy es tu cumpleaños? Ahí estaré, sí, señor”. Escribir al respecto es sólo una especie de catarsis. No pretendo presentar una solución, porque simplemente no la tengo. Al final del día, es toda una cuestión de qué es lo que esperás de vos mismo versus qué espera la gente de vos. “Yo mismo soy”, diría Marino Palúa -y esta vez lo cito correctamente-, refiriéndose a que o lo aceptás como es, o no lo aceptás. Creo que la cosa pasa por ciertos atributos que les son permitidos sólo a nuestros socios. No así a un amigo; la amistad tiene esa bipolaridad que deja las cosas en claro desde el vamos. Con un amigo, tenés dos colores, blanco o negro; con un socio tenés un mar de grises, donde el “boleterismo” vende boletos y goza de inimputabilidad.
La frase: “Quien mucho abarca, poco aprieta”, viene a mente cuando uno analiza al “amigo bola”, personaje casi mitológico de la historia del Paraguay. Es el amigo al que le querés creer, le das el beneficio de la duda una y otra vez, pero siempre termina dejándote un amargo sabor a mentira. “El bola” viene a ser el fernet con cola del círculo de amigos. Es un gusto adquirido que, a veces, te sale amargo, pero cuando está presente en la justa medida te cambia la noche.
Si bien es hasta un simpático el fenómeno de ser bola -ya que sos una especie de mentiroso buena onda o un maquillador de la verdad-, es bueno llegar al análisis de uno mismo de vez en cuando. Es cierto, “el bola” es una persona poco organizada, altamente imaginativa, pero por sobre todo tiene 100% de bondad en el corazón. Cuando falla, lo hace por desfachatado, no por mala persona. He ahí la diferencia entre el mentiroso y el renombrado bola.