La disyuntiva entre proteger el mercado interno y liberar el comercio exterior ha pasado a convertirse en los extremos de un continuo grande en el mundo contemporáneo. Tanto los que abogan por el proteccionismo a ultranza como los partidarios del libre comercio a rajatabla son extremistas modernos en términos de políticas públicas. Independientemente de las épocas y de las latitudes, ni lo uno ni lo otro existe en formas puras en ninguna formación social. Lo cotidiano es observar una mezcla de ambas filosofías en la realidad práctica. La supremacía de la una en perjuicio de la otra, y viceversa, es ya dependiente de la historia de cada país, de la mentalidad imperante, de los modelos económicos en vigencia y de las políticas públicas que se hayan adoptado a consecuencia de todos esos factores.
En la región sudamericana, en la que estamos insertos, en el pasado no lejano han preponderado hasta el hartazgo las políticas proteccionistas en los grandes países vecinos, Argentina y Brasil. Con la firma del Tratado de Asunción, el 26 de marzo de 1991, por el que se dio vigencia jurídica a una integración desigual en los hechos, se pretendió crear una gigantesca zona en proceso de integración igualitaria, regido por “armonización de políticas económicas”. Los esfuerzos recíprocos de sus países fundadores en su primera década de existencia condujeron, efectivamente, a la reducción sustancial de los muros proteccionistas de los países más grandes, acercándolos hacia abajo al promedio arancelario reducido de Paraguay, pero obligando a este país a elevar los suyos.
Posteriormente, y más específicamente en 2008, desde la instalación en la región de la megacrisis hipotecaria-financiera-aseguradora de los EEUU, de profundas repercusiones negativas en todo el mundo, tuvo lugar un renacimiento de las medidas proteccionistas de Argentina y Brasil, en abierta contradicción con el espíritu y la letra del Tratado de Asunción, en un atroz doble lenguaje ante los pequeños países co-fundadores del Mercosur, Paraguay y Uruguay. Véase al respecto la publicación en esta misma columna “Mercosur: Hipocresía como Pedro por su casa”, aparecido el 30 de marzo pasado.
Ya con anterioridad, el 14 de marzo, bajo el título “Proteccionismo versus libre comercio I”, en esta misma página, se ponía énfasis en que es natural que los industriales favorezcan el proteccionismo y que los importadores hagan lo mismo con el libre comercio. Están defendiendo sus áreas económicas, las generadoras de sus ingresos y de su sustento, y con ello salen en defensa no solamente de sus intereses en general y de su rentabilidad en particular, sino también de los puestos de trabajo habilitados en sus respectivos sectores y de los aportes fiscales que realizan. Estamos hablando de empresas, industriales y comerciales, que trabajan legalmente. Por lo tanto, es tan legítima como legal su actitud.
El día de ayer, en oportunidad de una conferencia con el mismo título, organizada por la novel Cámara de Empresas de Productos Domisanitarios, Higiene Personal y Afines CAEDHPA, se puso hincapié en:
? Lo fundamental: Los productos tienen que ser competitivos en precio y calidad, tanto local, regional, como globalmente.
? El norte es el libre cambio en igualdad de oportunidades, de cara al desarrollo sostenible también para las industrias.
? Sin embargo, y en determinadas circunstancias, cierta dosis de proteccionismo arancelario o paraarancelario puede ser necesaria.
Para que dicha dosificación sea razonable y tenga vigencia práctica, es conveniente una colaboración permanente entre el Gobierno y los gremios empresariales involucrados, a los efectos de determinar cuánto de proteccionismo y cuánto de libre cambio es recomendable hoy en día en un país como el nuestro, para evitar que el contrabando se vuelva cada vez más grande y para lograr la consolidación y el eventual aumento de las inversiones, de los puestos de trabajo creados en las empresas industriales, importadoras y exportadoras, así como de la generación de divisas y de los aportes fiscales.
Digno de reflexión crítica es que en ese contexto se vienen adoptando, de parte del Poder Administrador, decisiones arancelarias (como el último aumento del 10% y del 15% para determinados productos de importación) y paraarancelarias (como la excesiva burocracia en el otorgamiento de Licencia Previa para las Importaciones), sin conocimiento actualizado sobre la estructura macro- y micro-económica de las empresas, de los sectores y de los productos afectados, ni sobre las repercusiones en las variables mencionadas en el párrafo anterior.
Es altamente aconsejable, por eso, la constitución de una Mesa Técnica de Diálogo entre el sector público y el sector privado, así como lo ha propuesto la mencionada Cámara. Es mucho lo que está en juego y grande la posibilidad de lograr consenso sobre bases comunes.