23 abr. 2024

¿Por qué no hacemos las reformas?

Alberto Acosta Garbarino, presidente de Dende.

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Transporte Publico: Todos los días, unas 600.000 personas realizan dos viajes por día

Foto: Rodrigo Villamayor.

La semana pasada en un artículo publicado en este mismo espacio, César Barreto citaba las grandes decisiones estratégicas y las más importantes reformas que nuestro país tiene que hacer si quiere avanzar en el largo camino del desarrollo.

Casi todas las reformas mencionadas en dicho artículo, la ciudadanía las viene reclamando desde hace muchos años, como por ejemplo, reformas en el sistema educativo, en el de la salud, en la distribución eléctrica y en el transporte público, por citar algunos.

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Es que desde hace décadas, miles de ciudadanos sufren diariamente por el pésimo servicio del transporte público, los permanentes cortes del servicio eléctrico y ahora con la pandemia, el desastroso servicio de salud.

La pregunta es: ¿Por qué, si existe tanto descontento y de tanta gente con todos los servicios públicos que nos brinda un Estado ineficiente, corrupto y clientelar, no se realizan las reformas necesarias?

Para responder es necesario recordar algunos conceptos, fundamentales para entender el verdadero funcionamiento del poder… aquí, en el mundo y a lo largo de la historia.

Los conceptos que debemos conocer, son los del “interés difuso” y los del “interés específico”.

Para comprender mejor y distinguir el uno del otro, tomemos como ejemplo los graves problemas del transporte público en la zona metropolitana de Asunción.

Todos los días en dicha zona, unas 600.000 personas que realizan dos viajes por día (1.200.000 viajes) en ómnibus sufren los problemas del pésimo servicio que, en su mayoría, brindan unas 29 empresas de transporte.

Cuando quieren realizarse reformas para cambiar este servicio, las 600.000 personas que son usuarias representan solamente un “interés difuso”, porque al no estar organizadas, no pueden influir en los cambios.

Sin embargo, los empresarios de muchas de las 29 empresas de transporte están nucleados en una organización gremial llamada Centro de Empresarios del Transporte del Área Metropolitana (Cetrapam), desde donde pueden coordinar huelgas y contratar abogados y lobistas profesionales, para defender sus “intereses específicos”.

El mismo problema pasa en el sector de la educación, donde millones de alumnos y padres de familia no pueden hacer nada ante las determinaciones que toman los sindicatos de maestros, o en el sector de la salud, donde las miles de familias de los enfermos no pueden hacer nada ante el poder de las empresas proveedoras de medicamentos o ante las presiones de los sindicatos del personal de blanco.

Esto mismo ha pasado en el mundo a lo largo de la historia.

Como ejemplo, recordemos que en el año 1600 una empresa inglesa, llamada Compañía Británica de las Indias Orientales, obtuvo el mandato de la reina Isabel de entonces, para gobernar la India en nombre de la Corona y tener el monopolio del comercio con ese inmenso país.

Durante más de un siglo esta compañía muy bien organizada —con un ejército inicial de 3.000 hombres— gobernó con puño de hierro a más de 150 millones de indios no organizados… hasta que en el siglo XX apareció Gandhi.

Todas estas experiencias citadas nos demuestran que una persona o un pequeño grupo de personas pero muy bien organizado y con un “interés específico” pueden imponerse a un grupo grande o a multitudes no organizadas, que solamente tengan un “interés difuso”.

Por lo tanto, el único camino para producir el cambio es que las mayorías se organicen en asociaciones que les permita aglutinar los intereses individuales para defender sus “intereses difusos”.

Solamente por medio de estas asociaciones, ese “interés difuso” se convertirá en un potente y efectivo “interés colectivo” que podrá superar los muchos “intereses específicos” que se le oponen.

Solamente así, las reformas imprescindibles que nos permitan avanzar hacia el desarrollo serán una realidad.

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