Hemos venido reiteradamente pidiendo que alguien gobierne de manera diferente a lo ya conocido. Pero, en vez de cambiar lo único que hemos consolidado, es la misma realidad que quisimos erradicar. Agotados los referentes tradicionales de los partidos se habló de la renovación tanto como la transición y ambas cosas se dieron, pero solo para sostener el statu quo. Quisimos un líder moral y elegimos a Lugo, buscamos un campesino y se vino Nicanor, quisimos empresarios y cayeron al Palacio: Wasmosy, Cubas y Cartes. Cuando dijimos que ya nada nos importaba llegó el actual. Aunque tengamos una ciudadanía que parezca poco racional, sin embargo la lógica electoral se ha parecido en mucho más a nuestras frustraciones y anhelos imposibles. Los electos lo supieron y lo saben, pero los electores: no.
Los partidos políticos han sido dominados por el dinero. Los operadores políticos solo logran “convencer” en relación directa a cuánto proveen para las necesidades mas inmediatas. Lo que venga después no les importa a los dos, aunque el electo sabe que el Gobierno Central maneja un presupuesto de 14 mil millones de dólares anuales donde entran los contratados a la previsible función pública y la compra de bienes y servicios que robando de a un dígito nomás deja en los bolsillos de los ladrones algo más de 500 millones de dólares por año. El negocio de la política tiene un altísimo retorno ilegal y motiva de una forma singular a los asaltantes, pillos y peajeros que son capaces de vender a sus propias madres por el botín en puertas. El negocio de las drogas, la trata de personas y la venta de armas tienen similar retorno aunque los riesgos pueden ser mayores.
Los de Gafilat se fueron hinchados de pecho ante la trascendencia que se le dio a su visita. Son tan burócratas como los nuestros, donde la procrastinación es constante y permanente. Luego de recopilar datos, informaciones y vivir en directo nuestra realidad irán a cavilar y dentro de dos años nos dirán si fuimos a la zona gris o no. Importa también muy poco para países como Panamá, que están en dicha lista, pero tienen el sistema bancario mas dinámico de la región y un canal entre ambos océanos que les deja de ganancia mas de 5 mil millones de dólares. Estos “chákes” (sustos) entretienen un rato, pero luego pasan y todo vuelve a la misma normalidad. Pedimos por la boca los cambios, pero no hacemos la tarea mientras esperamos que nos moderen desde afuera.
Algunos pequeños gestos hacen mantener la ilusión, como el tribunal que absolvió a la abogada Esther Roa, quien según la acusación fiscal cometió el delito de protestar contra la corrupción en las compras de insumos médicos. El mensaje era darle un soberano susto a la escrachadora y que el castigo fuera ejemplar. La Corte sumisa le había hecho la cama a la Fiscalía, pero ahora unos jueces de menor rango les salieron en contra. No será raro que terminen sancionándolos.
El país que pide por la boca: cambios, reestructuración de la Justicia, mejores gestores, basta de ladrones y de corrupción, sin embargo se debe preparar para pagar más impuestos porque el presupuesto del próximo año contempla un nuevo préstamo de 1.200 millones, mucho de ello para pagar deudas anteriores, subsidio a transportistas y más dinero a los empleados públicos que rugen ahora su apoyo de un millón de votos para Hugo Velázquez.
“De la abundancia del corazón habla la boca”, es una expresión bíblica, pero la realidad es que lo que surge de esos pedidos es solo frustración y desánimo. Espero que alguna vez haya algo de correspondencia y, por sobre todo, de acción correctiva. Esto no puede seguir igual.
Benjamín Fernández Bogado – www.benjaminfernandezbogado.wordpress.com