Un equipo de ÚH lo encontró la semana pasada durmiendo debajo de un pedacito de sombra sobre la vereda, en el cruce de la Ruta Transchaco y la Avda. Soldado Robustiano Quintana.
Ni el envolvente calor del mediodía, con el sol cayendo como un látigo, lograba despertarlo. Un transeúnte le dejó un paquetito que contenía una empanada con pan.
Apenas abrió los ojos y al ser consultado por qué estaba allí, con voz apagada dijo: “Estoy cansado”.
Un vendedor ambulante manifestó que el niño no se queda en su casa porque su padre “es alcohólico y le pega”. El chico contó que es de Remansito. Dejó de ir a la escuela. Contó que iba a la Escuela Municipal Nº 3.
“Nosotros le solemos bañar en la parada. Le traemos para su ropa. Hay gente que le llevó a su casa. Pero después vuelve”, relató Emilio Gavilán, un taxista de la zona.
Vive de la generosidad de la gente, como otros niños que están en la misma situación.
“La gente del Gobierno debería ayudarle ahora que está bien, todavía no se droga ni roba. Dentro de todo es un chico sano, todavía”, rescató el trabajador del volante al suscribir que no son pocos los niños que rondan las calles sin que aparezcan las instituciones encargadas de velar por sus derechos y su protección.