Mucho se avanzó en el plano normativo y legal; sin embargo, como señalaba la analista política Milda Rivarola, la corrupción acabó por contaminar casi todos los espacios de poder, y “los partidos políticos bastardearon las instituciones democráticas”. Puede que este análisis no sea del agrado de la dirigencia política, tan poco proclive a la autocrítica, pero los hechos confirman el diagnóstico.
Este diario publicaba precisamente ayer un titular: En manos de colorados está facilitar o no el control del financiamiento, información referente al proyecto de ley que plantea modificaciones a la Ley de Financiamiento Político, que tiene como objetivo principal que todos los candidatos a cargos electivos, sean municipales, generales o partidarios, realicen una declaración jurada de los ingresos y gastos realizados durante la campaña. A este proyecto se opone tenazmente, en particular, el Partido Colorado; y, lamentablemente, en manos de diputados colorados está que lo que se pretende con la normativa sea efectivo, y no se termine quebrando el espíritu de la ley.
El proyecto de modificación de esta ley pretende tener el control del dinero que se utiliza en las campañas, para evitar mayor intervención del crimen organizado y el narcotráfico en la política.
Este es uno de los ejemplos que podemos aportar de cómo los partidos políticos han bastardeado las instituciones, y además se convirtieron en un obstáculo para el avance de los logros democráticos.
Pero la democracia acumuló también, en estos 31 años, numerosas deudas; una de ellas es con las víctimas de la dictadura. El Estado paraguayo tuvo 31 años para reconocer e intentar enmendar las violaciones a los derechos, pero no lo hizo. Este es un peligroso precedente, ya que si no hay memoria se corre el riesgo de repetir los mismos errores; en este caso, los mismos horrores de la dictadura.
La corrupción hace mucho daño al sistema democrático; y la dirigencia política hace poco para erradicarla; y, al contrario, elige favorecerse con ella.
Sin embargo, una de las peores deudas es con respecto al bienestar de la población. En el Paraguay la democracia seguirá incompleta, mientras a los paraguayos les sigan faltando las condiciones mínimas para vivir una vida digna; esto es, con la plena vigencia de sus derechos a la salud, la educación, la vivienda y el trabajo.
Esperamos que los partidos políticos dejen de buscar solamente sus intereses, y que la ciudadanía despierte de su letargo, pues para lograr una transformación política en el país es fundamental contar con una ciudadanía que hace mucho más que solamente votar, sino que participa, opina, critica y protesta. Sin la ciudadanía activa la democracia seguirá siendo una democracia incompleta.