“Se trata de resistir la degradación moral, el pecado, testimoniando los valores de la honestidad y la fraternidad, sin ceder a las tentaciones mundanas del arribismo, el poder y la riqueza”, advirtió.
Además, el Pontífice destacó que el discípulo es sal cuando “a pesar de los fracasos diarios, porque todos los tenemos, se levanta del polvo de sus errores, comenzando nuevamente con valentía y paciencia, todos los días, para buscar el diálogo y el encuentro con otros”.
“El discípulo es sal cuando no busca el consenso y la aprobación, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús que vino al mundo no para ser servido, sino para servir. ¡Y esta actitud es muy necesaria!”, exclamó el Papa.
En segundo lugar, el Santo Padre recordó que “la luz disipa la oscuridad y permite ver” y agregó que “Jesús es la luz que ha disipado las tinieblas, pero permanecen todavía en el mundo y en las personas”. Por ello, el Papa dijo que es tarea del cristiano dispersar estas tinieblas para “hacer resplandecer la luz de Cristo y anunciar su Evangelio”.
Asimismo, el discípulo de Jesús es luz “cuando sabe vivir su fe fuera de los espacios reducidos, cuando contribuye a eliminar los prejuicios, a eliminar las calumnias y a permitir que la luz de la verdad entre en las situaciones arruinadas por la hipocresía y la mentira” subrayó Francisco. Precisó “pero no es mi luz, es la luz de Jesús: Somos instrumentos para que la luz llegue a todos”.
Jesús, en la última cena, pidió al Padre que no retirara a los discípulos del mundo, que los dejara allí, sino que los protegiera del espíritu del mundo”, agregó… que la Virgen María “nos ayude a ser sal y luz llevando a todos, con la vida y la palabra, la Buena Noticia del amor de Dios”.
(Frases de http://www.caritas.com.py).