Lo que la pandemia separó, la conectividad móvil unió en un 2020 que fue difícil para los creyentes. Los templos estuvieron vacíos, no se realizaron los encuentros de catequesis de cada sábado, las misas dominicales, los rezos del santo rosario y las actividades pastorales también encontraron en la virtualidad una herramienta para superar las restricciones y así evitar los contagios del coronavirus.
Fue un año difícil para los cristianos y católicos. Las actividades religiosas se vieron afectadas con la cuarentena total en marzo. Semanas atrás habían empezado los encuentros de la catequesis. Los sábados y domingos, las capillas y parroquias volvían a llenarse de niños y jóvenes. Miles de chicos se preparaban para la primera comunión y la confirmación, sacramentos de iniciación en la Gracia de Dios. Todo se paralizó.
Nadie se imaginaba que el confinamiento iba a extenderse tanto. El miedo, la incertidumbre se encontraron con la frustración de no poder cumplir con los ritos, comulgar, participar en los grupos de oración que derivó en un hartazgo de una parte de los fieles y de alta jerarquía eclesiástica.
El Covid-19 se había robado la Semana Santa, las tradiciones religiosas y populares que envuelven a la pasión, muerte y resurrección de Jesús golpearon fuerte. Sin encuentros familiares, sin Tañarandy, sin procesiones o actividades masivas, como la Pascua Joven. Solo el seguimiento virtual de las misas.
La Pastoral de Juventud del Paraguay fue la primera en utilizar todas las herramientas tecnológicas y digitales para llevar la Pascua Joven a muchos hogares, a través de Facebook Live, videollamadas por WhatsApp y Zoom. Posteriormente, los jóvenes volvieron a utilizar estas plataformas para realizar la peregrinación nacional de jóvenes a Caacupé, de manera virtual.
En mayo, el Departamento Arquidiocesano de la Pastoral de Catequética del Arzobispado de Asunción lanzó una guía para catequistas para retomar virtualmente los encuentros. Un mes después, los obispos del Paraguay solicitaron a Mario Abdo Benítez volver a las misas presenciales y ser tenidas en cuenta en alguna de las fases de la cuarentena inteligente. Fue monseñor Edmundo Valenzuela, arzobispo de Asunción, el que más criticó al Gobierno por no considerar la presencia de fieles en los templos sea en proporción a su capacidad, y no solo de veinte personas por culto.
CASOS POSITIVOS
El arzobispo en un acto de demostración de fuerza convocó el 28 de junio a una masiva automisa en el predio del aeropuerto Silvio Pettirossi, donde pidieron a Dios el fin de la pandemia del coronavirus.
El sábado 10 de octubre, el Arzobispado de Asunción emitió un comunicado, informó que monseñor Edmundo Valenzuela dio positivo a la prueba de Covid-19 y que se encontraba en buen estado de salud y guardando aislamiento en un hospital. Otros sacerdotes también dieron positivo al Covid. El padre Pedro Silva de la congregación del Santísimo Redentor del Paraguay, conocido sacerdote exorcista, falleció a causa de la enfermedad.
El año 2020 cerró con la festividad mariana más grande del país a puertas cerradas, sin peregrinantes y con la desoladora imagen de Mons. Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé, cruzando la plaza –que siempre estaba abarrotada de fieles– para llegar a la Basílica junto a la Virgen de los Milagros, resumiendo así todo lo que la Iglesia vivió en un año.