“No queremos y no aceptamos la decisión en las urnas, que no fue realmente la decisión del pueblo. Fue una decisión robada”, dijo a la AFP Valdemar Neto, un camionero del estado de Pará (norte), en el césped sobre el que se congregaron los bolsonaristas, frente al Congreso y cerca de las sedes de los poderes ejecutivo y judicial.
Tras la ajustada derrota de Bolsonaro en el balotaje presidencial del 30 de octubre (49,1% frente a 50,9% de los votos para Lula), miles de seguidores bloquearon carreteras y se manifestaron frente a cuarteles militares pidiendo una intervención de las fuerzas armadas para impedir la toma de posesión del izquierdista, el 1 de enero.
El movimiento fue perdiendo fuerza pero algunos grupos siguen concentrados frente a cuarteles, como el de Brasilia, desde donde partieron algunos de los manifestantes.
Neto, de 68 años, también denunció “el plan de ellos” en referencia a las supuestas intenciones del Partido de los Trabajadores de Lula de “legalizar las drogas, destruir la familia, e implantar la ideología de género para los niños en las escuelas”.
INDÍGENAS. Los manifestantes, entre ellos decenas de indígenas que llegaron en dos autobuses, levantaron pancartas que rezaban en portugués e inglés “Justicia corrupta”, “Brasil fue robado” o “Mundo, Brasil pide ayuda”.
Otra pedía el regreso a la cárcel de Lula, que cumplió 18 meses en prisión por corrupción aunque las penas después fueron anuladas por irregularidades procesales.
Aunque las elecciones fueron avaladas por las autoridades y observadores internacionales, el Partido Liberal de Bolsonaro solicitó anular los votos de unas 280.000 urnas, alegando supuestos errores que habrían robado la victoria a su líder.
Pero la Justicia Electoral consideró esa acción de “mala fe” y multó a la agrupación con 4,2 millones de dólares.
Mientras tanto, el mandatario ha permanecido virtualmente en silencio y con mínimas apariciones públicas.