Los pies de Blas Ramírez despiertan el rumor del agua al entrar a la sala de su casa inundada en el barrio San José, de Pilar. Una imagen de la Virgen de Caacupé, escoltada por dos parlantes, lo observa desde una repisa. Unas bolsas blancas rodean las paredes desde afuera, en un vano intento por detener la creciente.
La realidad de este poblador pilarense es igual a la de muchas familias que se vieron forzadas a abandonar su hogar a causa de la inundación. Blas no tuvo que ir lejos. Pudo ubicarse bajo una improvisada carpa en la casa de su madre, al lado de la suya, donde pudo resguardar sus pertenencias.
Unas bolsas al costado de la construcción de material muestran el intento fallido por detener el desbordado arroyo Ñeembucú, que se hinchó con las lluvias de los últimos meses. “Con 200 bolsas de arena hice un muro. Pero igual el agua se filtró”, contó el poblador de este barrio pilarense, quien tiene como medio de sustento la pesca.
Otra hilera de bolsas, alejada a unos centímetros de la casa, intenta detener el avance de las aguas. Por ahora, tienen éxito. Alrededor de siete familias de esta parte de la capital del Departamento de Ñeembucú padecen de esta situación. La mayoría de ellas se dedica a la pesca.
Con el comportamiento del río, la actividad ictícola prácticamente se muestra nula, lo que les impide acceder a su medio de vida diario, “vamos sobreviviendo haciendo changas”, comentaron varios de los afectados del barrio San José.
Ayuda. Conseguir los materiales para construir el artesanal muro no fue fácil, según contó Carla Leiva. “Como las autoridades no nos dieron las bolsas, publiqué en el Facebook que necesitábamos eso. La arena sí trajeron las autoridades. Con eso salvamos hasta donde pudimos”, expresó la joven.
Comentó también que los pescadores vuelven sin nada luego de pasar el día en el río.
Bolsas de arena no es lo único que falta. También la ayuda consistente en víveres, según denuncian. “Pedimos mercaderías y no nos traen. Me dicen que les lleve mi cédula y nunca me anotan. Se van las personas a quienes ya le habían dado, tanto en la Gobernación como en la Municipalidad. Nos dan para llamar un número y cuando lo hacemos desvían la llamada”, expresó Leiva.
Mónica Ramírez, otra de las pobladoras del barrio, se sumó a la queja de la joven. “Hasta ahora nadie se acercó. Les pedimos la carga de arena para salvar nuestra casita. Tengo niños que son pequeños y estoy preocupada. Dijeron que traerían hoy (por ayer)”, expresó Ramírez.
Según dijo, los víveres que llegaron les tocó poco y nada. “Estamos necesitando porque acá todos somos humildes”, agregó.
Lluvias. Aunque el pronóstico anunciaba lluvias, unas pocas gotas cayeron en Pilar. En otras zonas hubo precipitaciones, pero ninguna de importancia. El río volvió a crecer tres centímetros, llegando a 8,83 metros, ubicándose a 17 centímetros de la alerta naranja, nivel crítico.