Es injustificable que con los altos niveles de crecimiento económico en los últimos años y con los recursos que tiene el país, nos encontremos en esta situación. El desempeño macroeconómico lleva más de una década de estabilidad, con inflación por debajo de un dígito y sin mayores problemas cambiarios. Los niveles de deuda externa fueron bajos por mucho tiempo y no afectaron la capacidad de pago ni implicaron la necesidad de sacrificar inversión pública.
Estamos en un periodo de bono demográfico, es decir, contamos con una amplia proporción de población en edad de trabajar frente a una menor cantidad de personas dependientes, lo que determina un gran potencial productivo.
La naturaleza nos proveyó de una riqueza incalculable en tierras, agua y bosques. No estamos en zonas sísmicas ni de tormentas tropicales. Si bien el clima es un factor determinante en muchos resultados económicos y las inundaciones nos acechan, son fenómenos posibles de enfrentarlos con políticas que den previsibilidad y racionalidad.
Gracias a la generosa naturaleza estamos entre los países del mundo con producción de energía limpia, capaz de autoabastecer no solo la demanda interna, sino también externa, proporcionando además un gran caudal de recursos económicos.
A pesar de todas estas ventajas, que de lejos no tienen la mayoría de los países de la región, no hemos podido ubicarnos entre los de mayor nivel de desarrollo. Durante estos últimos quinquenios se redujo la pobreza y mejoraron muchos indicadores; no obstante, en la mayoría nos mantenemos entre los países de peores resultados.
Las desigualdades persisten y determinados sectores de la población tienen condiciones de vida de una década atrás: es el caso de las poblaciones indígenas, del sector rural, de las mujeres jóvenes o de las personas con alguna discapacidad.
El informe es muy claro al señalar que el empleo como principal fuente de ingresos no garantiza niveles de vida adecuados, seguridad social, autonomía económica. Esto es particularmente significativo para Paraguay, que muchas veces es puesto como el caso exitoso o el milagro económico latinoamericano.
El mismo informe señala que en parte, este es el resultado del escaso esfuerzo realizado por el Estado.
La inversión social es una de las más bajas, a pesar de los años de bonanza económica reflejada en el aumento del PIB.
Aunque el informe no nos muestra más de lo que ya sabemos, renueva la preocupación acerca de la necesidad de un pacto social que nos lleve a transformar esta situación.
El actual Gobierno tiene en sus manos el poder para iniciar el cambio que en la próxima década nos permita construir un país nuevo, sin pobreza, con una sustancial reducción de las desigualdades y con una mejor calidad de vida para todos.