Nagasaki vivió un infierno el 9 de agosto de 1945, tres días después de Hiroshima, devastada por Little Boy, la primera bomba atómica.
Esas dos bombas de una potencia destructora inédita en aquel entonces, terminaron por doblegar a Japón. El 15 de agosto de 1945, el emperador Hirohito anunció a los japoneses la capitulación frente a los aliados, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.
El domingo a primera hora, los participantes asistieron a una misa celebrada en memoria de las víctimas en la iglesia de Urakami, cerca del lugar del bombardeo, mientras que otros participaron en un servicio conmemorativo en el Parque de la Paz de la ciudad.
Terumi Tanaka, de 88 años, que tenía 13 años el día del bombardeo, en el cual perdió a dos tías, recuerda el momento en que todo se volvió blanco en un instante.
“Vi mucha gente con quemaduras y heridas terribles evacuando gente que ya estaba muerta hacia una escuela transformada en refugio”, dijo recientemente Tanaka a la AFP.
Tanaka se inquieta del exceso de confianza de la población en cuanto a que la bomba atómica no será utilizada.
“Los seres humanos poseen unas 13.000 bombas atómicas. ¿Cómo se puede permitir eso?”, pregunta Tanaka.
“La gente cree que nunca se utilizarán. Pero nunca se sabe, nunca se sabe”, agrega. La primera bomba atómica causó unos 140.000 muertos en Hiroshima. La segunda bomba atómica, la de Nagasaki, mató a 74.000 personas más.