REUTERS-AP-EFE
Moscú-Rusia
Boris Yeltsin, el ex presidente ruso fallecido ayer, fue el primer líder electo del país más grande de la Tierra. Ese logro por sí sólo asegura que será recordado como un gigante.
Sin embargo, muchos rusos lo asocian con sus últimos años en el poder, cuando a menudo parecía ebrio, enfermo y aislado. Rusia estaba lejos de un régimen totalitario, pero la guerra en Chechenia y la ruina económica consumían al país.
La historia podría elegir recordar al otro Boris Yeltsin: el visceralmente carismático que se montó en un tanque, levantó su puño y contribuyó a poner fin al imperio soviético.
Rey de los gestos elocuentes, Yeltsin renunció al poder voluntariamente en las últimas horas del siglo XX, a favor de Vladimir Putin, un sucesor cuidadosamente elegido. De esta manera, el primer líder electo de Rusia también se convirtió en el primero en dejar el poder en forma voluntaria.
Cuando Yeltsin llegó al poder era visto como un titán, físicamente grande y de voz profunda. Pero al final de su gobierno se le veía enfermo y tambaleante, luciendo a menudo desorientado o confundido.
Lo persiguieron constantemente las acusaciones de que permitió que su momento en la historia fuera aprovechado por cercanos, amigos, familiares y aduladores que usaron su acceso al Kremlin para desviar las riquezas de Rusia a beneficio personal.
La efervescencia rusa por las nuevas libertades fue seguida por una choqueante ola de pobreza y corrupción, mientras que la valentía inicial de Yeltsin de oponerse a gobernar a través de la fuerza fue empañada más tarde por un derramamiento de sangre que él mismo ordenó.
El movimiento democrático ruso de la década de 1980 estuvo integrado principalmente por intelectuales urbanos y disidentes de Moscú y Leningrado, que presionaban al líder soviético Mijail Gorbachov a acelerar las reformas políticas.
Yeltsin no era un intelectual, pero su enérgico carisma lo convirtió en el hombre del momento. Millones de rusos se unieron tras su figura y lo pusieron a la cabeza del primer movimiento de protesta visto en Rusia desde los días de Vladimir Lenin.
EN EL CONGRESO. En 1989, Yeltsin ganó un asiento en el nuevo Congreso Soviético de Diputados del Pueblo y un año más tarde se convirtió en el presidente del Parlamento de la República soviética rusa.
En junio de 1991 fue elegido presidente de Rusia, todavía dentro de la Unión Soviética.
Dos meses más tarde, Yeltsin desafió a los líderes comunistas de línea dura que intentaron un golpe de Estado.
La arremetida golpista fracasó y seis meses después Yeltsin firmó un pacto con líderes de Ucrania y Bielorrusia que abolía la Unión Soviética.
La euforia duró poco. Yeltsin intentó imponer un programa de reformas económicas que permitiera una rápida transición de una economía estatal a una de libre mercado. El impacto inicial de las medidas, hiperinflación, desempleo y un colapso en la producción, generaron una enorme pobreza.
En 1994, Yeltsin ordenó la primera de dos guerras contra los rebeldes chechenos. Decenas de miles de personas murieron y Rusia fue forzada a retirar a sus derrotadas tropas.
Más tarde Yeltsin admitió que la guerra “pudo haber sido uno de mis errores”, una de las pocas veces que reconoció una posible equivocación.
En 1996 fue reelecto para un segundo periodo, pero el
estrés de la campaña le ocasionó varios ataques cardiacos y
debilitó su salud en sus últimos años en el poder.
En agosto de 1998, la frágil economía rusa colapsó bajo una montaña de deudas. Yeltsin se propuso transferir el poder de manera pacífica, logro que concretó mediante su renuncia.
No superó una falla cardiaca
El ex presidente ruso Boris Yeltsin, quien gobernó durante la desaparición de la Unión Soviética y la transición de Rusia a una economía de libre mercado, murió de una falla cardiaca, informó el Kremlin. Yeltsin, quien ganó dos elecciones como presidente, tenía problemas cardiacos.
“Boris Yeltsin murió en Moscú hoy”, dijo una portavoz en una conversación telefónica. Según fuentes médicas citadas por agencias de noticias rusas, el problema cardiaco fue insuperable y su deceso se produjo a los 76 años de edad.
“Expreso las más profundas condolencias a la familia del fallecido en cuyos hombros descansaron grandes eventos para el bien del país y serios errores”, dijo el ex presidente soviético Mijail Gorbachov a la agencia Interfax. “Un trágico destino”, dijo Gorbachov, quien tuvo una amarga relación con Yeltsin.
“Una figura histórica”
La Casa Blanca resaltó como “una figura histórica” al ex presidente de Rusia Boris Yeltsin y transmitió sus condolencias al pueblo ruso.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, habló por teléfono con su colega ruso, Vladímir Putin, afirmó la portavoz adjunta de la Casa Blanca, Dana Perino.
Perino no dio detalles acerca del contenido de la conversación, pero se considera que ambos trataron de la muerte de Yeltsin, que gobernó Rusia entre 1991 y 2000, cuando fue sucedido por Putin.
En un comunicado paralelo, el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca calificó a Yeltsin como una “figura histórica en unos momentos de gran desafío para Rusia”.
Yeltsin fue elegido primer presidente ruso el 12 de junio de 1991, cuando Rusia era todavía una de las repúblicas de la Unión Soviética, a la que por acuerdo con los líderes de Ucrania y Bielorrusia disolvió en diciembre del mismo año.
Yeltsin sorprendió a todo el país al anunciar que abandonaba el cargo antes de tiempo, y propuso como su sucesor al actual presidente ruso, Vladímir Putin, elegido en marzo de 2000.