El motivo que dispara este comentario es una novedad surgida en España, un intendente fue multado con casi siete mil euros por insultar al rey. ¿Qué dijo este señor de su majestad?: “hijo de crápula” y “corrupto”. En nuestro registro cotidiano encontramos que los políticos paraguayos se insultan generosamente y se faltan mutuamente el respeto con injurias de toda índole. Si bien el insulto no está contemplado en nuestra Carta Magna en forma concreta, hay un párrafo que nos puede dar una pista, se trata del artículo quinto en que se señala: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. El insulto, haciendo una rápida conclusión, es un trato degradante y que por lo tanto debería tener una sanción. Las investiduras merecen respeto, de lo contrario se genera un airecillo raro en la democracia, una seria alarma de anarquía. No se deberían burlar los hombres públicos unos de otros gratuitamente, llevados sólo por el fervor de un momento de oratoria para enfatizar los errores de su contrincante. Su vocabulario debería mejorar en calidad y motivarlos a visitar el diccionario con alguna frecuencia, para no caer en el agravio de una manera humillante. <br/><br/>Si una reacción del ofendido, del injuriado, generara una demanda por cada exabrupto, en Paraguay tendríamos una tonelada de expedientes que se resolverían a favor de los amigos de la Corte Suprema. Porque los asuntos políticos contaminan todos los estratos de la sociedad. Pero se debe reclamar la sensatez a la hora de pronunciar los discursos, las expresiones vertidas a los medios de comunicación o los escarnios en tiempos de campañas electorales, los políticos deberían educarse. Instruirse y darse cuenta de que las ofensas terminan por deseducar al común de la gente. Cuando un político se vuelve gárrulo, tosco y sin educación, el pueblo termina por descreer de todo lo que dicen. Probablemente habrán notado que en la jerga política nacional no hay frases célebres, recordables como máximas pronunciadas por ciudadanos ilustres. Expresiones felices o acertadas que nos enseñen algo irrebatible. Si las hay, cuesta encontrarlas como una aguja en un pajar. Se extrañan los escarnios nobles, si cabe ese concepto, en el que alguien lanza un agravio que solo el afectado puede entenderlo. Eso era común en el pasado, pero exige poseer una fuente de imaginación y de educación garantizada. <br/><br/>Deberían esforzarse los políticos para dejar una frase para la posteridad, como los antiguos políticos, que eran en su mayoría hombres instruidos que venían de leer libros o de escribirlos. El presidente está perdiendo una importante fuente de recursos, por no multar a los que, sin reparo alguno, dicen lo que se les viene a la cabeza. Insultos de todo calibre se escuchan a diario. Cuando se les toque el bolsillo, todos los gubernamentales van a aprender a ser respetuosos con las investiduras y es muy probable que los discursos mejoren, por lo menos en la zona de las ofensas degradantes. Algo es algo. <br/><br/>