Basta con una cucharadita de este té en la guampa del mate o tereré, o como ingrediente en las comidas, yogures, jugos, batidos, para aprovechar sus propiedades.
Estas razones impulsaron al ingeniero agrónomo Luis Santacruz a apostar por la producción de moringa en nuestro país.
El siguiente paso para Santacruz fue investigar sobre las condiciones edáficas (tipo de suelo) y climáticas en las que mejor se desarrollaría la moringa, lo que arrojó como resultado que las características de la colonia Piraretã, en el distrito de Piribebuy –pionera en la investigación, producción, procesamiento y comercialización de la especie–, ayudarían a dar visibilidad al desarrollo óptimo, continuo y factible.
Fue así que Santacruz decidió arriesgarse a emprender y junto a toda su familia llevó adelante el cultivo de las pocas hectáreas de terreno que tenía en ese momento. El desafío de la producción comenzó en 2010, con 336 plantas cultivadas y la concreción de los primeros acuerdos comerciales para su venta. “Realizamos la primera cosecha luego de casi 100 días de haber colocado cada semilla para su germinación y evaluamos el aprovechamiento de las hojas, que dio como resultado los primeros cortes o poda para luego concretar cuatro cosechas más, de noviembre a junio”, comentó.
El 2011 fue un año clave para la incipiente producción, por el auge y la mucha difusión de la especie a nivel país, lo que contribuyó que en la Finca Santacruz se fortaleciera el rubro por su alta demanda. Entonces, decidieron recolectar las hojas secas a granel, fraccionarlas y ponerlas a la venta final. “Entre el 2010 y el 2011 comenzamos con la comercialización a granel, con la premisa de destacar la innovación y la calidad. Utilizamos un sistema de secado artesanal y eficiente para aquellos tiempos, descartando el secado directo al sol, sino que optamos por poner las hojas sobre estructuras de bandejas con mallas, que utilizamos hasta hoy, aunque vamos innovando”, explica Santacruz.