El pasado miércoles, 11 de noviembre, se recordó la muerte de Yasser Arafat. Desde las 10.30 de la mañana, aproximadamente, fueron emergiendo en las calles un mar de gente. Niños, jóvenes, adultos y ancianos -hasta paralíticos en sus respectivas sillas a motor- avanzaban portando banderas de Palestina y de Al-Fatah, que es el partido del gobierno de Mahmud Abbas, sucesor de Arafat. También llevan pañoletas y turbantes y gorros, con el emblemático cuadriculado en blanco y negro, que caracterizó al creador de la OLP.
Todos enfilan hacia un punto común: el enorme predio, contiguo a la Casa de Gobierno, donde al aire libre se ha montado un escenario. Habrá discursos, me dicen. El embotellamiento céntrico es intenso, pero no caótico, como suele ser en nuestra ciudad. Acaso porque Ramala es mucho más pequeña y tranquila que Asunción. Tal es así que los agentes de tránsito dirigen sin mayores problemas a la multitud.
Días atrás, ingresé a esa Casa de Gobierno, donde la tumba de Arafat se encuentra custodiada por dos guardias palestinos. En la entrada, cercana al féretro de mármol, en una enorme mole de piedra alisada están grabadas las palabras del poeta Mahmud Darwish. Pregunté entonces si podía tomar fotos y me aprobaron. “Los militares palestinos lo aceptan. Solo los israelíes lo prohíben”, me dijo un amigo. ¿Será tan así?
Pero volvamos a lo del miércoles. El estadio fue sumando miles de personas. ¿Diez mil o veinte mil? Difícil calcular entre apretujones. En un momento dado, todos giran el rostro para ver entrar a una banda de música, compuesta por varones y mujeres con vestimenta militar.
Después del himno estallan los aplausos. Y comienzan los discursos. Vaya uno saber de qué estarán hablando. Pero la palabra Israel, Al Fatah y Hamas sonaban de tanto en tanto, y es evidente que se refieren a la situación por la que Palestina atraviesa desde hace largo tiempo.
Precisamente, conversé con un alto dirigente de Al-Fatah. Le pregunté sobre las diferencias entre Al-Fatah y Hamas, sabiendo que este último tiene el grupo mayoritario en el Parlamento y el control del poder en Gaza. Entre muchas cosas me dijo que desde su punto de vista Hamas aplica una respuesta religiosa musulmana a la ideología religiosa hebraica, y lo que Al-Fatah busca es un acuerdo humanista y pacífico con Israel, sin que ninguna religión interceda entre ambos pueblos.
Sin embargo, otra persona me afirma que Al-Fatah es un partido conservador, que no difiere gran cosa del gobierno de Israel, al aceptar a pie juntillas sus pretensiones neoliberales. ¿Será tan así?, vuelvo a preguntarme. Y lamento que los israelíes no permitan ir a nadie a Gaza. De lo contrario, yo sabría, in situ, lo que la gente piensa allá y lo que en verdad ocurre con ellos, sin tener que resignarme a las limitaciones y manipulaciones informativas, a las que tanto acostumbra Occidente.