01 jul. 2025

Mantiene a su familia con una pequeña fábrica de ladrillos

La familia Cabrera es uno de los ejemplos de que “querer es poder”. Mediante una pequeña fábrica de ladrillo y la producción de rubros de autoconsumo, se ganan el sustento diario en una propiedad de tres hectáreas del kilómetro 9 de Ciudad del Este.

ladrillos

REDACCIÓN|CDE

Todos los días, don Luciano Cabrera de 65 años y su hijo Crescencio de 29 años amasan el adobe con la ayuda de un burrito a quien llaman Lápiz que hace trabajar el malacate para que la masa tenga consistencia y luego la pasen por la forma hasta el proceso final.

“Utilizamos tres tipos de tierra, arcilla y aserrín mediante eso no se parte el ladrillo, para que nuestro trabajo sea de la mejor calidad”, expresa don Cabrera, el patriarca de la comunidad de tres hectáreas rodeado de naturaleza y cauce de agua limpia.

Son dos mil ladrillos producidos diariamente y que en esta temporada de invierno están a la venta en un plazo de un mes y medio. En el verano el proceso de preparación, cocción y secado duran solamente tres días y eso ayuda a aumentar las ventas, se explicó.

LA VENTA. La familia Cabrera vende 15 mil ladrillos al mes a un precio promedio de 270 mil guaraníes el mil cuya ganancia lo reparten entre padre e hijo para la manutención de su familia y los demás gastos.

Los ladrillos son vendidos a los depósitos y a particulares con quienes ya tienen una clientela formada y sin titubear, don Cabrera dijo que es mejor la venta sin intermediarios ya que la entrega a los depósitos tiene su sobrecosto con fletes y otros rubros que disminuyen su ganancia.

Actualmente, en la olería del kilómetro 9 Monday se puede conseguir mil ladrillos por 270 mil guaraníes, mientras que en los depósitos de materiales de construcción se venden en promedio por 400 mil guaraníes el mil.

RESERVA. Don Cabrera lamentó que muchas personas no sean conscientes de mantener el medio ambiente, pero él tiene una pequeña reserva en su propiedad que mantiene con el apoyo de sus hijos y nietos.

A la par de la fábrica de ladrillos, los Cabrera cultivan rubros de autoconsumo que lo utilizan solamente para la preparación de alimentos en las dos familias. Sin embargo las frutillas sí son vendidas en puestos callejeros o a quienes lleguen hasta la casa familiar en el kilómetro 9 Monday de Ciudad del Este.

LÁPIZ Y BORRADOR. Con cierta melancolía, Don Luciano Cabrera recordó que contaba con dos burritos que le ayudaban en la elaboración de la masa para el ladrillo.

“Teníamos dos ayudantes, uno es lápiz que lleva 22 años de servicio y el otro burrito se llamaba Borrador, pero hace 7 años lo mataron. Creo saber quiénes fueron, pero preferí evitar problemas con mis vecinos, aunque su ausencia es notoria a veces cuando tenemos mucha demanda”, se quejó don Cabrera.

Un animal de ese tipo cuesta entre 1 millón y 1.500.000 guaraníes, según se informó, pero el cariño que le tomaron los Cabrera a Borrador es lo que no puede ser sustituido, aunque Lápiz hace el trabajo que le encomiendan, diariamente.

HIJO BUSCA UNA OPORTUNIDAD. Crescencio Cabrera, de 29 años es un profesional, egresado en el año 2000 como técnico agropecuario pero lamentablemente nunca consiguió trabajo para ejercer su profesión.

El joven dijo que distribuyó sus currículos en varias instituciones pero que siempre le engañaron. Nunca lo tuvieron en cuenta, pese a la amistad que su padre tiene con varias personas ya que en otros tiempos don Luciano fue árbitro de la Liga Salesiana de Fútbol.

“Estoy casado, con hijos y tuve que trabajar con mi papá para subsistir, solo pido una oportunidad para demostrar mis conocimientos, pero hasta ahora en los sitios donde busqué trabajo, tiran mi currículo a la basura”, se quejó el joven.

A todo esto don Cabrera dijo que prefiere que su hijo esté haciendo ladrillos antes que se ponga a delinquir. “No le voy a permitir que ensucie mi apellido y si alguna vez lo llevan preso, que se olvide que lo voy a visitar, desde ese día lo desconozco”, remató.