08 sept. 2024

Los últimos Manjui

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Hubo una época en que los Manjui eran miles en gran parte de este territorio que hoy llamamos Paraguay, especialmente en la Región Occidental o Chaco. Según datos del Censo Nacional de Población y Viviendas para Pueblos Indígenas del año 2012, ya solamente quedaban 582 miembros de toda esa nación indígena. Registros más recientes indican que quedan un poco más de 800 personas.

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Los Manjui, autodenominados Lumnanas (gente del monte), de la familia lingüística Mataguayo, constituyen uno de los 19 pueblos indígenas que sobreviven en el Paraguay. En realidad, sobreviven cada vez menos. Las noticias sobre comunidades indígenas desalojadas con violencia de sus tierras ancestrales se han vuelto cotidianas y ya no causan sorpresa. Los indígenas vienen a la capital a instalarse en plazas y calles, buscando que su drama se haga más visible, pero solo generan incomodidad y protestas porque “afean” el paisaje.

El caso de los Manjui es aún más dramático. Según el Atlas de Lenguas del Mundo en Peligro, su antigua lengua está en grave riesgo de extinguirse. En alguna medida también lo está el propio pueblo. Convertidos en parias por falta de territorio propio, los jóvenes ya no hablan Manjui. Apenas unas pocas mujeres atesoran las palabras heredadas de sus padres y abuelos. Cuando mueran, la lengua podría morir con ellas.

En busca de salvar a esta lengua, la Secretaría de Políticas Lingüísticas (SPL) inició un destacable proyecto, elaborando un diccionario, pero de poco sirve intentar salvar las palabras si la gente desaparece. Para que haya lengua, debe haber territorio, nos decía el querido pa’i Bartomeu Melià. Eso es lo que le han quitado a los Manjui.

Una de las tres comunidades es la de Wonta - Santa Rosa, a 240 kilómetros al norte de Filadelfia, donde unas 38.406 hectáreas que el Instituto Paraguayo del Indígena (Indi) adquirió en 1998 para los Manjui nunca fueron transferidas. La comunidad padece invasión y despojo, ya que la antigua propietaria sigue figurando como la dueña absoluta de estas tierras en el Servicio Nacional de Catastro y el Indi se desentiende de los requerimientos de los Manjui.

Ante esta situación, personas que pretenden quedarse con la propiedad presentaron un juicio de usucapión contra las tierras compradas por el Estado, pero no transferidas a los beneficiarios. Este mismo grupo invasor obtuvo una licencia del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades) para talar árboles y producir carbón, deforestando el monte nativo. La propiedad además fue invadida por ganaderos, que han talado cientos de hectáreas de bosques para habilitar pasturas de ganado.

Acosados por personas ambiciosas, abandonados por el Estado, los últimos Manjui no solo están perdiendo su lengua, sino su propia vida como personas, además de sus señas de identidad y la riqueza de su cultura.

Aunque no sepamos mucho de ellos, tendríamos que involucrarnos en conocerlos mejor, en ayudarlos a resistir y a defender sus derechos. Aunque tengan una lengua que nos resulta extraña y que ahora la están perdiendo, los últimos Manjui son nuestros compatriotas, nuestros hermanos. Su destino también es el nuestro. Hagamos algo en su favor, antes de que se conviertan solamente en un romántico recuerdo.

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