23 jun. 2025

Los niños de la calle son una evidencia de la incapacidad para darles una vida digna

Una diaria interpelación al Gobierno y a la sociedad civil constituyen los niños de la calle. Ellos muestran el rostro de la pobreza y la incapacidad para encaminar soluciones sostenibles que permitan que, con sus familias, vivan en condiciones más dignas. Ni las instituciones públicas ni las privadas han hecho hasta ahora lo suficiente para lograr que se reconozcan en su real dimensión sus derechos humanos.

Imagen - Editorial

En el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es oportuno insistir en la situación en la que se encuentran los menores que piden dinero en los semáforos o en cualquier otra parte, en la capital o el interior del país.

Cuando unas manos pequeñas se extienden solicitando la caridad de una moneda para sobrevivir, es imposible no pensar en la falta de respuestas a los problemas sociales que generan esas situaciones. En vez de estudiar en la escuela o jugar con sus amigos, desde muy temprano, las criaturas están ya inmersas en la lucha cotidiana para contribuir a llevar el pan a la mesa.

La inferencia que cae de maduro es que hasta hoy el Estado no encontró la forma de disminuir la desigualdad social para que no haya pobres extremos. A lo largo de la historia, ni las leyes ni las instituciones públicas se han preocupado por destinar recursos suficientes para implementar programas eficaces que permitan sacar a los niños de las calles. Fuera de la demagogia, es poco lo que el sector público hizo en el área.

Si bien ante la ausencia del Estado las ONGs han cumplido un papel relevante, tampoco han hallado el camino adecuado para colaborar decisivamente con un proceso de cambio. En algunos casos, las organizaciones de la sociedad civil solo han encontrado en el tema una vía fácil de financiamiento internacional, sin que empeñen todo su esfuerzo y talento para lograr resultados auspiciosos.

El presidente de la República, Fernando Lugo, en su campaña proselitista previa a las elecciones del año pasado, había prometido hacer el máximo esfuerzo para que los niños ya no mendiguen y reciban un trato de seres humanos, con el respeto a sus derechos. Hasta hoy, sin embargo, no se nota que el Gobierno - a través de la SNNA y las instituciones vinculadas al área- haya tomado medidas que permitan concluir que va a cumplir la palabra empeñada.

Al abordar el complejo problema de los niños en situación de calle no hay que considerarlos como personas independientes que deben ser destinatarias de programas de promoción humana. Su familia - en los casos en que cuenten con ella- es un factor clave, porque a menudo son los adultos los que empujan a sus hijos a un modo de sobrevivencia que expone a los chicos a toda clase de peligros.

En el Día Internacional de los Derechos Humanos no solo hay que recordar a los niños que viven en el mayor de los desamparos, sino que urge reavivar la conciencia de la necesidad de que el sector reciba un servicio de mayor calidad, sin demagogia ni intereses económicos de por medio. La injusticia de que son objeto es una invitación al Gobierno y a la sociedad a trabajar con más ahínco para solucionar el problema.