La septuagésimo sexta sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que se llevará a cabo desde mañana hasta el 27 de setiembre en Nueva York, será el escenario en el que Latinoamérica exponga claramente su complicada situación tras la pandemia, tanto en términos económicos como en el acceso a vacunas.
La acción del coronavirus y la reacción de los Gobiernos para contenerlo dejaron seriamente lesionadas a las economías de la región, que en su conjunto retrocedió un 6,8% en 2020, pero que, según cálculos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), se recuperará un 5,2% para este año aunque no asegurará un crecimiento sostenido por el fuerte impacto social de la crisis.
La pobreza, la desigualdad, la poca inversión y la baja productividad siguen haciendo mella a una región que trata de recuperarse pero continúa con esos lastres en sus pies.
“Necesitamos políticas para una recuperación transformadora con énfasis en la inversión. Políticas industriales y tecnológicas para impulsar el crecimiento de sectores más intensivos en tecnología y generadores de empleos de calidad”, señaló el pasado julio Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, durante la presentación del estudio “La paradoja de la recuperación en América Latina y el Caribe”.
Unos problemas que ya existían pero que la pandemia hizo más visibles.
GRAN PAQUETE DE AYUDA. El magno evento de la ONU, para el que la organización multilateral espera la presencia de 126 jefes de Estado y de Gobierno, tal vez sea el escenario propicio para tocar de nuevo el tema de un gran paquete de ayuda a la economía latinoamericana, una suerte del Plan Marshall implementado para la recuperación de Europa tras la Segunda Guerra Mundial.
El propio empuje de las economías más potentes de la región, como Brasil y México, no sería suficiente para dejar atrás los números rojos.
Brasil recién está superando una grave recesión que provocó una caída en su producto interno bruto (PIB) del 4,1% en 2020 (el peor desplome en más de 25 años) y México apenas creció un 1,5% en el segundo trimestre, un dato a todas luces insuficiente.
Ya en enero pasado, el tema de la ayuda extraordinaria para la región fue expuesto durante el debate “¿Cómo lograr que América Latina tenga su ‘Plan Marshall’ pos-Covid-19?”, moderado por la directora de la Agencia Efe, Gabriela Cañas.
Durante este evento, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, dijo que se necesitan 150.000 millones de dólares solamente para cubrir los costos de salud asociados con la pandemia.
“Nos enfrentamos a dos caminos de dos realidades: la posibilidad de otra década perdida con mayor deterioro económico y social o de recuperación, reinversión y de oportunidad renovada”, afirmó.
El propio BID lanzó en febrero de 2021 una iniciativa para que las grandes empresas multinacionales afincadas en la región y las multilatinas se sumen al esfuerzo de la reconstrucción económica.
“No existen recursos en los Estados de América Latina para dar respuesta eficaz a esta crisis (...). Ese plan Marshall implicaría la creación de un fondo global de cooperación y solidaridad que podríamos situar en el horizonte de los 2 trillones de dólares que podrían ser canalizados a través de los bancos de desarrollo de la región”, dijo el ex presidente dominicano Leonel Fernández en enero pasado durante el V Foro de Santo Domingo.
ORADODES REGIONALES. El primer mandatario latinoamericano en pronunciarse en la Asamblea General será el brasileño Jair Bolsonaro, mañana. El colombiano Iván Duque será el segundo de la lista de oradores latinoamericanos en Nueva York. El chileno Sebastián Piñera, será el tercero de la región en intervenir. El peruano Pedro Castillo y el ecuatoriano Guillermo Lasso, participan de su primera cita en el foro. El miércoles será el turno para el uruguayo Luis Lacalle Pou. Aún es una incógnita la presencia de otros mandatarios, como el venezolano Nicolás Maduro.
Controles por el virus
Tras varios días de incertidumbre, el presidente de la Asamblea General, Abdulá Shahid, escribió a los delegados de los Estados miembros para aclarar que el sistema vigente desde la primavera de 2020 se prorrogaba. En otras palabras, pasar las puertas de seguridad de Naciones Unidas significa juramentar que no se es portador del coronavirus (ya sea por haber obtenido la vacuna, una prueba negativa o no tener ningún síntoma). Aunque la ONU goza de extraterritorialidad, las autoridades estadounidenses y la policía de Nueva York pueden entrar en sus instalaciones en caso de crímenes, siempre que estén autorizadas por la dirección de la ONU.